¿Cuál es la conexión entre el perfeccionismo y el insomnio? La contradicción del anhelo de descanso
Analizamos una nueva aproximación para entender por qué hay individuos que padecen insomnio recurrente sin una causa clara o un factor estresante que lo explique, a partir de la experiencia de una afectada y un profesional del área.
«A la cama le tengo aversión y el sueño me aterra», así expresa su desesperación Ana, una periodista de 32 años que ha estado combatiendo el insomnio durante años. Su relación con el descanso ha sido extremadamente complicada y conflictiva.
Al igual que muchos en España, donde entre un 20 y un 40% de los adultos experimentan insomnio temporal, Ana enfrenta serias dificultades para conciliar el sueño con regularidad, sin que haya un evento específico que sirva como disparador de sus desvelos. En una ocasión, estuvo a punto de solicitar una licencia por el trabajo tras sufrir múltiples episodios de insomnio consecutivos. A pesar de visitar numerosos especialistas y experimentar diversas terapias, continúa lidiando con este reto sin encontrar una solución efectiva ni una explicación neurológica clara que justifique su incapacidad para dormir.
El insomnio tiene un impacto notable en la vida diaria. Aparte de provocarle cambios de humor repentinos y una constante sensación de falta de descanso, Ana se siente insegura al conducir hacia su trabajo, preocupada de que la confusión mental generada por su insuficiente sueño afecte su capacidad de manejar, poniendo en riesgo su seguridad y la de otros. Al finalizar la cena, su mente ya anticipa otra noche sin sueño, encendiendo todas las alarmas. «Intento acostarme temprano tras no haber dormido nada la noche pasada y el resultado es el mismo», comenta en una entrevista. «Cuanto más desespero por no poder dormir, menos lo logro, y entonces empiezo a reflexionar sobre mi vida buscando razones, sin hallar una explicación para mi insomnio».
Este trastorno es, al final, uno de los retos más complicados de abordar tanto para quienes lo sufren como para los profesionales, dado que no se logra identificar una causa o solución de manera rápida. Por esta razón, hay una gran cantidad de libros y estudios dedicados a este tema, siempre en busca de respuestas. Recientemente, el psicólogo Nick Wignall, experto en trastornos del sueño, ha planteado una perspectiva interesante al relacionar los casos de insomnio recurrente sin un motivo aparente con personalidades perfeccionistas.
«La saturación del sistema de salud pública significa que, a menos que se opte por un psicólogo privado, no se recibirá un seguimiento adaptado», concluye la reflexión.
El ciclo problemático se inicia cuando la mente percibe un dilema y se pone en marcha para solucionarlo, según un experto en un artículo reciente de la revista Aeon. Para afrontar el problema, el cerebro libera una dosis de adrenalina, lo que activa el sistema nervioso simpático, el encargado de las reacciones de lucha o huida. Sin embargo, esta reacción es contraproducente. Wignall señala que cuando intentas descansar en la cama, lo que necesitas es despejarte, no intensificar la actividad. Curiosamente, cuanto más intentas dormir, mayor es la activación. Este patrón se torna particularmente dañino en individuos de alto rendimiento que utilizan su capacidad analítica para resolver problemas.
Wignall ha acuñado el concepto de «paradoja del esfuerzo del sueño», que refleja cómo la autoexigencia no solo afecta el ámbito laboral o las relaciones, sino también una necesidad biológica fundamental: el descanso. Esta presión personal se intensifica con la sobreabundancia de consejos para mejorar el sueño y el uso excesivo de aplicaciones que analizan la calidad de descanso. Esto provoca una dinámica similar a la obsesión por el autocuidado: mientras más intentas controlar tu bienestar físico o mental, más te alejas de lograr ese propósito. «Incluso si no tienes preocupaciones subyacentes, solo el hecho de estar en la cama puede ser suficiente para disparar esa ansiedad».
Dormir es un proceso esencial, y la incapacidad para hacerlo genera gran inquietud, reconoce Ana. «Cuando acudí al médico general, me prescribieron ansiolíticos para mejorar mi sueño o me indicaron que debía reducirlos paulatinamente». Este tipo de tratamiento es común en situaciones como la suya, que persiste sin solución. «Me informaron que mi problema era a causa de ansiedad y, dado el colapso de la sanidad pública, a menos que inviertas en un terapeuta o psiquiatra privado, no contarás con un seguimiento individualizado, lo que resulta muy desalentador. En su lugar, sugieren medicamentos como melatonina, CBD, pasiflora y otros fármacos para la relajación, además de recomendaciones sobre la higiene del sueño, que en muchos casos son solo esa típica lista de consejos que circulan en internet y que no funcionaron en mi instancia».
La cama, la fuente de angustia
La ansiedad se agrava cuando la propia cama se convierte en un importante desencadenante de dicha angustia. Ese lugar que debería brindar tranquilidad y bienestar, termina transformándose en un punto de preocupación. «Gran parte de los problemas de insomnio y dificultad para dormir provienen, en última instancia, de la inquietud», señala Wignall en su artículo. «La ansiedad genera preocupación, que a su vez provoca que el cuerpo se prepare para actuar, impidiendo así la relajación. Además, el hecho de preocuparse de forma sistemática en la cama a la misma hora cada día hace que el cerebro relacione este espacio con esa ansiedad. Aunque no tengas preocupaciones concretas, estar en la cama puede desencadenar esa sensación de angustia».
Existen diversos métodos psicológicos para gestionar la ansiedad que afecta a Ana en su lecho, pero es evidente que ninguno de ellos puede ser resuelto de forma rápida (como es obvio). Es necesario un tratamiento constante y adaptado a cada situación particular. Si te sientes reflejado en su experiencia, lo más recomendable es buscar la ayuda de un experto para abordar la ansiedad, o quizás el origen del problema esté relacionado con la presión que te ejerces, tanto en el día a día como al momento de dormir. En cualquier caso, tal como solicita la afectada, es imperativo destinar más recursos a un sistema sanitario público que garantice un atención de calidad para afrontar este tipo de dificultades.