A los niños les resulta difícil prescindir de sus teléfonos móviles. Ahora ha llegado un dispositivo muy especial para ayudar a los padres.
A los jóvenes les resulta difícil prescindir de sus teléfonos móviles, incluso en la mesa. Ahora ha llegado un dispositivo muy especial para ayudar a los padres. Sólo hace falta un gesto.
Teléfonos móviles y niños
Los teléfonos móviles en niños están ya firmemente implantados en nuestra vida cotidiana.
Y de una forma tan incisiva que la mayoría de los jóvenes las utilizan incluso en la mesa, mientras almuerzan con el resto de la familia. Niños literalmente engullidos y que ya no tienen en cuenta el mundo que les rodea.
¿Dónde está el diálogo, la puesta en común y el intercambio de pensamientos? ¿Dónde está el placer de contar su día, sus impresiones y sus necesidades? Evaporado. O, mejor, atrapados en botones y pantallas táctiles. Silencio y virtualidad.
La tecnología, con la intención de aportar beneficios, ha acabado condicionando no sólo el comportamiento sino también la educación de las personas. Los diálogos son cada vez más anoréxicos y pobres en vocabulario. La percepción de la realidad se altera y la frontera entre lo que es real y lo que no lo es se vuelve resbaladiza.
Los padres se enfrentan, por tanto, a una situación inmanejable, triste y difícil de aceptar.
Quieren discursos y lo único que obtienen es el silencio. Ahora, sin embargo, estos padres han dicho basta. Para ayudar a las madres y los padres frustrados por este uso inmoderado y continuo de los teléfonos móviles por parte de sus hijos, existe un dispositivo que es poco menos que revolucionario. A primera vista parece un molinillo de pimienta normal y corriente, pero en su interior esconde un dispositivo. Es sólo un pequeño giro, como si estuviera realmente moler la pimienta, y desactivar la televisión, teléfono móvil, tableta y cualquier otro dispositivo electrónico. ¿Y los niños? Sus reacciones a este nuevo truco han sido devastadoras. A la desesperación inicial le siguen verdaderos ataques de nervios. Pero una vez superado este obstáculo y desactivados los dispositivos, las familias vuelven a ser lo que eran por arte de magia. Sentados alrededor de una mesa, hablan, ríen y bromean. Este es el precio de la normalidad.
LEA TAMBIÉN: