Nuestra necesidad de elegir alimentos saludables ha aumentado, pero también podemos contribuir con productos sostenibles y así contribuir a la economía entre otros factores.
Las dietas no deberían ser algo de moda, son un estilo de vida que ayuda a combatir desde malos hábitos hasta enfermedades o patologías crónicas.
Múltiples hallazgos de una sana alimentación, cambio de consumo de altas cantidades de azúcar, y abstenerse de cierto tipo de carnes hace la diferencia.
Las implicaciones de la dieta es benéfica a nivel propio y también impacta, a nivel ambiental dentro de la estructura de la cadena económica y de consumo.
Para entender la relación producción – consumo, debemos obtener información de dos variables cuantificables: Huella de carbono y huella hídrica.
La primera consiste, en una medición de emisiones de dióxido de carbono que genera un producto. Esta debe ser en un periodo de tiempo desde su producción hasta su consumo. La segunda, es decir la huella hídrica, mide el consumo total de agua dulce utilizada en el producto.
De hecho el sector alimentario, el de transporte y energía son los que mayores productores de GEI, gases de efecto invernadero. Así mismo, este tema se encuentra regulado por el Acuerdo de París, que busca frenar el impacto poniendo límite a la emisión de gases en el mundo.
Lo más importante es que la elección de los productos que se consumen, estén acorde a nuestro estilo de vida. Una dieta que contribuya a nuestro estado de salud física, mental y emocional. En este momento podemos adoptar nuevos hábitos para mejorar la calidad de vida propia y de paso la del planeta.
La ecuación es sencilla, comprar lo que se va a consumir, con el faltante destinarlo a reutilizar o potenciarlo como residuo orgánico para plantas o abono.
En España por ejemplo, en residuos orgánicos o excedentes de comida constituyen medio millón de toneladas de Co2 que estarían alrededor de 12 millones de euros en bonos. El año pasado, la tonelada de CO2 en el mercado se cotizó en promedio entre 12 y 13 euros.
Algunos estudios, demuestran el impacto del consumo de ciertos productos y su impacto en el medio ambiente.
Por ejemplo, de acuerdo a un estudio de la Universidad de Oxford el consumo de carne genera el 25% de impacto en las emisiones de gases perjudiciales para la salud.
Esto es un indicador importante, la recomendación entonces es fomentar la ganadería sostenible para disminuir este porcentaje. Así mismo, la sobre explotación del mar, para lograr la cantidad de pesca requerida en el mercado, es alarmante.
España se sitúa como la principal potencia pesquera de la Unión Europea y así mismo uno de los consumidores mayor de este producto. A partir del 2020 se está realizando un piloto, con organizaciones protectoras de la pesca denominado Medfish.
Un proyecto que busca una pesca menos abusiva para responder a la demanda y cuidar el medio ambiente, el consumidor la podrá reconocer mediante un sello azul que estará en el producto.
Los retos son enormes para la relación productor-consumidor, así aportar a la era sostenible de la renovación de energías en el planeta.
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