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Existen distintos tipos, pero no todas protegen del mismo modo ni en el mismo grado contra el Coronavirus. Las autoridades piden ponérselas sólo cuando sea necesario, y priorizar el uso por parte del personal sanitario. Las mascarillas se han convertido en la imagen icónica de la crisis del Coronavirus, pero no todas son iguales ni protegen del mismo modo.
El doctor Lorenzo Armenteros, portavoz de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) despeja nuestras dudas.
El Coronavirus se contagia, sobre todo, a través del contacto con las gotas respiratorias que se generan cuando una persona enferma tose, estornuda o habla. Las mascarillas o cubrecaras también pueden frenar el contagio. Si estamos enfermos (aunque no tengamos síntomas) se evita que las gotas con Coronavirus salgan al exterior. También puede protegernos de las gotas de saliva de otra persona e impide que nos llevemos las manos a la boca. Pero no todas valen ni son igual de efectivas.
Se han convertido en un icono de la pandemia. Su venta en España se ha disparado un 10.000% con respecto a 2019, según la Federación de Distribuidores Farmacéuticos (Fedifar). Esto ha causado un peligroso déficit de mascarillas para el personal sanitario. No sirven para protegerse del ambiente, pero sí para evitar que salga el virus y no se disemine.
Se conocen como FFP (Filtering Face Piece, en inglés), y contienen un filtro de micropartículas que impide la circulación del virus de fuera hacia dentro. Existen tres tipos:
Las mascarillas FFP2 y FFP3 sí impiden la entrada del Coronavirus, pero escasean incluso en los centros sanitarios y hay desabastecimiento. “Lo ideal sería que el personal sanitario y las personas en contacto con una persona enferma lleven la FFP2, pero hay déficit. Por ello los protocolos de recepción de pacientes señalan que lleven mascarillas quirúrgicas”. Las autoridades poden, por solidad y para no colapsar el sistema, que tan sólo deban usarlas el personal sanitario y de más riesgo. Hay que evitar comprarlas y más aún acapararlas en casa.
No están médicamente comprobadas ni autorizadas. Tienen tanta protección como un pañuelo de papel.
Tienen la misma capacidad que una mascarilla quirúrgica.
Armenteros hace un llamamiento: mientras continúe el déficit, dejar las mascarillas al personal que está en mayor peligro, sobre todo el personal sanitario. “No podemos dejar que aumenten las bajas y cuarentenas entre el personal sanitario”.
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