El lunes 7 de octubre, durante la reunión que involucraba a la dirección y a los principales líderes provinciales de Vox, donde se discutían las demandas y estrategias para las negociaciones presupuestarias con el PP en aquellas regiones donde no tienen mayoría, también se llevó a cabo un encuentro entre Rocío Monasterio e Ignacio Garriga en la cuarta planta de la sede central de Bambú.
En este contexto, Garriga comunicó a Monasterio el deseo de la dirección de ‘revitalizar’ la situación en Madrid. Esta iniciativa contaba con el apoyo del Comité Ejecutivo Nacional (CEN), que desde abril de 2022 puede designar a los órganos provinciales, y solo quedaba por formalizar la propuesta.
José Antonio Fúster, que es el portavoz adjunto en la Asamblea y también representante nacional, estaba preparado para asumir la función. Se propuso que Monasterio continuara en su rol de portavoz. Ella solicitó un lapso de dos días para tomar su decisión.
El miércoles, ante la falta de respuesta, el partido interpretó que el silencio era una aceptación tácita y asumió públicamente que Monasterio seguiría liderando los debates con Ayuso cada jueves. Sin previo aviso, menos de 24 horas después y concluyendo el control sobre el Gobierno, la expresidenta de Vox en Madrid anunció su renuncia, con críticas implícitas hacia Garriga y Santiago Abascal. Señaló una ‘carencia de democracia interna’ que se atribuía a otros partidos ‘en sus comienzos’, y consideró como ‘poco sólidos’ a los actuales integrantes del partido. La postura oficial, comunicada inicialmente a El Independiente y luego defendida públicamente por miembros del CEN, fue que tras ocho años en Madrid era necesario un cambio para mantenerse competitivos. Tanto Garriga como el eurodiputado Jorge Buxadé expresaron esta idea el viernes.
La reciente partida de una de las figuras más emblemáticas de Vox podría resultar más dañina que ventajosa, según fuentes cercanas al partido en Madrid. Esto refuerza la idea de que existe un deseo deliberado de alejarse de Monasterio, quien ha expresado críticas hacia el rumbo del partido en años recientes y se ha visto cada vez más excluida de las decisiones en Bambú. Algunos miembros de Vox opinan que, aunque competir con Ayuso fue complicado en 2021, en la actualidad se ha vuelto casi insuperable. Esta percepción contrasta con la situación de José Luis Martínez-Almeida, quien, a pesar de contar con una amplia mayoría, enfrenta una competencia más abierta.
Ayuso, con el reconocimiento de Monasterio, ha estado ganando influencia sobre Vox en la Comunidad de Madrid, principalmente por su enfoque nacional y su constante confrontación con el Gobierno de Pedro Sánchez. Su posición en Madrid permite al PP madrileño participar activamente en el debate nacional, relegando así la agenda territorial. Esta dinámica es difícil de replicar en otras comunidades, salvo en Cataluña, donde la situación es diferente.
La estrategia de Ayuso, respaldada por la comunicación de Miguel Ángel Rodríguez, está limitando el espacio político de Vox. La presidenta del PP en Madrid representa la esencia integradora de su partido en tiempos pasados. Este era el mismo contexto en el que surgió Vox durante el primer mandato de Mariano Rajoy, centrado en la economía. Ayuso tiene la habilidad de ajustarse a los temas más relevantes del momento. Desde la capital, se ha criticado abiertamente la amnistía, algo que Vox no ha podido hacer por falta de recursos propios. También se han señalado otras concesiones al independentismo, como el cupo catalán y los acuerdos permanentes con EH Bildu. Además, Ayuso se atreve a desafiar a Sánchez, algo que no hacen otros líderes del PP. Se pone en tela de juicio el error relacionado con la enmienda de Sumar, que podría beneficiar a etarras a través de la transposición de una directiva europea sobre la convalidación de penas.
A pesar de estas tensiones internas, el PP apoya posturas más contundentes que Vox, que a su vez presiona continuamente a Génova para que no haya concesiones al PSOE ni a la izquierda, manteniendo la misma firmeza en el ámbito cultural.
Vox siempre subraya los cambios en la postura de la presidenta madrileña, argumentando que sin esos ajustes, Ayuso tiende a restar importancia a las iniciativas que previamente defiende con firmeza. Esto es especialmente evidente en asuntos ideológicos como el aborto y los derechos del colectivo LGTBI y Trans, que modificó de manera significativa pero que no eliminó a pesar de las exigencias de Vox. Para atraer a diversos sectores, Ayuso, en 2019, describió la interrupción del embarazo como una ‘apología de la muerte’, y meses después, ya como presidenta, la rebajó a calificarla de ‘fracaso’ social. Hace un año, tras la decisión desfavorable del recurso del PP de 2010 sobre la ley del aborto, Ayuso expresó que no veía inconveniente en permitir el aborto a jóvenes de 16 o 17 años sin el consentimiento de sus padres, generando un debate complejo dentro del partido. Además, el tema de la inmigración se ha convertido en otro punto de fricción entre las formaciones políticas. Ayuso encarna una postura más dura que se está instaurando en el PP, exigiendo la implementación de medidas similares a las de Meloni en Italia, acompañadas de políticas supervisadas por la Unión Europea.
Isabel Pérez Moñino, la nueva portavoz de Vox, se distingue por su firme oposición hacia los menores extranjeros no acompañados (menas).
El avance de Ayuso ha coincidido con el declive de Ciudadanos en la comunidad, de la que ha tomado el control. A pesar de un descenso de dos representantes, los votos a favor de Monasterio se han mantenido prácticamente estables, oscilando entre 245,000 y 330,000 entre 2019 y 2023. Se ha pasado de doce a tres diputados, y ahora se sitúan en once. Sin embargo, la elección de candidatos menos reconocidos brinda a Ayuso la oportunidad de atraer a un mayor número de votantes que, aunque respaldan a Abascal a nivel nacional, se sientan más cómodos con ella en el ámbito regional. No existen cifras recientes. Las encuestas de marzo de este año, casi un año después de las anteriores elecciones, pronosticaban hasta doce representantes autonómicos para Monasterio y entre 67 y 70 para Ayuso, lo que refleja cambios mínimos.
Con figuras menos conocidas, fragmentados y más reservados
La salida de Monasterio ha estado gestándose lentamente desde hace aproximadamente un año y medio. Antes de esto, la nueva generación de líderes de Vox comenzó a ganar poder, y, según informantes críticos fuera del partido, se empezó a considerar a Rocío como una posible amenaza debido a su independencia. Esto se manifiesta en su falta de visible participación, a diferencia de los líderes de Castilla y León, Valencia, Aragón o Murcia en el CEN, quienes justificaron su presencia por haber sido vicepresidentes en las elecciones recientes. Esta situación ha cambiado tras la ruptura de alianzas con el PP. Además, el alejamiento de Abascal se ha hecho más evidente con la salida de Iván Espinosa de los Monteros a mediados de 2023, indicando que ya no hay espacio para los liberales dentro de Vox.
Sin Monasterio, Vox inicia su proceso de ‘revitalización’ en un contexto más complicado. En primer lugar, le falta una figura reconocida. El partido ha tenido astucia al designar a Fúster como su portavoz nacional inicialmente, lo que, por una parte, reforzaba la conexión con el grupo mediático que apoya a Vox, liderado por Julio Ariza, y, por otra, permitía dar visibilidad al diputado durante las ruedas de prensa semanales, preparando su ascenso al rol principal. Sin embargo, entre los diez restantes en Madrid, ninguno destaca notablemente. En este momento, se busca promover dialécticamente a Isabel Pérez Moñino, concejal de Fuenlabrada, quien se caracteriza por tener un enfoque más contundente en temas de inmigración que Monasterio, como antagonista de Ayuso.
La fragmentación en el partido era evidente bajo el mando de Monasterio. La falta de empatía con Fúster, reflejada en un escueto agradecimiento hacia sus compañeros uno a uno, lo evidencia. No obstante, el hecho de que ella haya sido destituida no garantiza que Fúster reciba un respaldo inmediato interno. Principalmente, porque comenzó en la octava posición de la lista electoral, en comparación con otros como Íñigo Henríquez de Luna, quien ocupó el cuarto lugar. Corresponderá al nuevo presidente llevar a cabo esa tarea, al igual que al CEP de manera orgánica. La intención de captar votos de Ayuso parece ser limitada también. Aunque Monasterio tenía un discurso fuerte, provenía de un contexto más profesional y liberal, que ahora se ve desplazado con su salida en Vox. Enfocarse en inmigración puede restringir el potencial de crecimiento. En asuntos económicos, Ayuso cuenta con el BOCM, donde tiene la posibilidad de implementar bonificaciones y reducciones fiscales cuando lo considere necesario.
Vox Madrid dispone de un periodo de dos años y medio para reestructurarse e intentar establecer una agenda en un momento en que su relevancia en la Comunidad de Madrid es mínima y su influencia limitada. La mejora de sus resultados futuros estará estrechamente relacionada con el contexto nacional. La inestabilidad del Gobierno, junto a nuevas revelaciones sobre el caso Koldo, que involucran a José Luis Ábalos y el Delcygate, podrían facilitar un adelanto de elecciones en cualquier momento, incluso antes que en la Comunidad. La pérdida o recuperación de fuerza de Vox en el panorama nacional se reflejará en Madrid.