Categorías: Política
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27 septiembre, 2024 1:07 am

El individuo saharaui que fue raptado y maltratado por Marruecos, a quien Marlaska le deniega el asilo dice: «Escapé por temor a perder mi vida»

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En junio pasado, fui apresado por entidades disfrazadas de civiles, sufri brutalidad física, tortura y me amenazaron claramente con el asesinato o la prisión si seguía defendiendo la independencia [del Sáhara Occidental, la antigua provincia española ocupada por Marruecos desde 1976]. Decidí escapar por temor a perder mi vida y buscando seguridad para mi y mi familia.

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Solicito que mi petición de asilo sea aceptada, dado que su nación puede ser un seguro refugio para mí. Así cuenta Abderrahman Aliat, uno de los cerca de 40 defensores saharauis que se encuentran actualmente en el aeropuerto de Barajas de Madrid, a punto de ser expulsados a Marruecos por constantes rechazos del Ministerio del Interior español a otorgarles refugio.

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Su historia, respaldada por imágenes y declaraciones adicionales de otros defensores que evidencian su activismo político y las represalias experimentadas en las áreas ocupadas del Sahara Occidental, desacredita la explicación dada el lunes por Fernando Grande-Marlaska, quien proclamó su expulsión y entrega a Marruecos por no tener «perfil político». «No se reconocen como merecedores de protección internacional de acuerdo a la ley», manifestó a los medios. Desde ese momento, los activistas, con una docena en huelga de hambre, han ganado el respaldo de partidos políticos -incluyendo Podemos y Sumamos, entre otros-, sindicatos y organismos como Juezas y Jueces para la Democracia o la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), que ha exigido la detención inmediata de las deportaciones y su acogimiento mientras se tramitan sus demandas de asilo. Sin embargo, el sector socialista del Gobierno, sigue negándose. El jueves pasado, al caer la tarde, Aliat recibió otra negativa en tiempo récord tras la petición de revisión.

Grande-Marlaska y su departamento niegan incluso que sean saharauis, refiriéndose a ellos en público como «marroquíes». Aliat, al igual que otros activistas, incluye en su expediente los documentos de identidad española de su abuelo, expedidos por las autoridades de España cuando el Sáhara era la provincia número 53 de este país. Además, Aliat es parte de una familia de activistas que luchan por la liberación del último territorio que aún debe ser descolonizado en África. “Soy miembro de una familia saharaui que vivía en las afueras de Smara. Mi familia ha tenido que afrontar torturas, represión, arrestos e inhumanidades por parte del ejército marroquí invasor y sus colaboradores, después de su entrada en el Sahara Occidental y en la medida en que intentaban moverse al este. Mi abuelo y sus hermanos e hijos fueron aprehendidos y torturados; sus tiendas fueron incendiadas; se confiscaron sus pertenencias y documentos personales y civiles. Les preguntaron acerca de la ubicación de mi tío, que era miembro del Ejército Popular Saharaui y uno de los fundadores del Frente Polisario», recuerda este hombre de 32 años.

«Las damas y los jóvenes fueron enviados de regreso a Smara con varios camellos, pero muchos fueron hurtados, todo con el propósito de mantener un estricto control sobre ellos. Mi abuelo logró su libertad después de cinco años, junto con uno de sus hermanos, aunque mi apreciado tío sigue sin ningún rastro. Optó por escapar del racismo militar y los colonizadores hacia Labyar, donde residió hasta 1998. En este año, la tristeza y las enfermedades relacionadas con las torturas que sufrió terminaron con su vida», cuenta Aliat en un relato que Interior no ha tomado en cuenta porque, en clara violación de la ley, no está examinando meticulosamente cada caso y en su lugar está rechazando en gran cantidad. Incluso las recomendaciones favorables hacia la protección por parte del Alto Comisionado para los Refugiados de la ONU están siendo ignoradas.

Aliat mismo desgrana una larga serie detallada de detenciones injustificadas y actos violentos tanto por parte de los agentes como de los colonos marroquíes. “En enero de 2023, ondeamos banderas nacionales y fotos de Brahim Ghali, en un festejo por su reelección como líder de la República Árabe Saharaui Democrática. No obstante, fui aprehendido luego del enfrentamiento y brutalmente agredido hasta desmayarme. Me encontré a mí mismo abandonado en las afueras de la ciudad, sin vestimenta”, rememora.

Dos años antes sufrió dos embates en el transcurso de unos pocos meses. “En 2021, a algunos colegas y a mí se nos prohibió el ingreso a Bojador para terminar el bloqueo instaurado a Sultan Khaya. Pocos meses anteriores, organicé un acto de solidaridad con Brahim Ghali, quien atravesaba un problema de salud y se encontraba en el centro de una campaña mediática negativa dirigida por el régimen marroquí para ejercer presión sobre España. Como siempre, fui agredido y detenido durante varias horas, lo cual se repite en todas nuestras protestas».

Aliat, refrendada por declaraciones de otros colegas saharaui pertenecientes a su mismo círculo de activismos y que se refugiaron en Francia, cuenta que su vida política comenzó en 2005, luego del fallecimiento de su abuelo y la reubicación de su familia a El Aaiún, capital del Sáhara. «En mayo de 2005, me sumé al mundo del activismo al participar en la famosa Intifada de mayo. Vivía en el barrio de Al-Inaash, contiguo al sector de Maatallah, donde las manifestaciones pacíficas se mantenían a pesar del abuso policíaco, arrestos injustificados y violencia que mi grupo de activistas y yo padecíamos. Fuimos torturados, nuestras propiedades fueron saqueadas y nuestras posesiones robadas. A veces no podía dejar mi hogar, al igual que otros residentes, a menos que hubiera prensa extranjera en la zona», relata.

«Seguí con mi activismo hasta octubre de 2010, momento en el que me uní al campamento de Gdeim Izik, integrándome al comité coordinador que pedía la independencia o autodeterminación. A pesar de que el campamento albergó a más de 30.000 saharauis, solo se mantuvo durante 28 días. Las fuerzas marroquíes de ocupación intervinieron con maquinaria pesada y soldados, empleando fuerza excesiva para desmantelar el campamento y arrestar a muchos activistas saharauis. Fui herido en la pierna previo a la llegada de un ejército de colonos que generaron una atmósfera de miedo y confusión entre la gente», añade.

Mi hermano y yo, silenciosamente, nos refugiamos en el desierto durante un período de tiempo. La repentina aparición de un oficial buscándome desconcertó a mi familia, dado que no logró encontrarme. Volví a casa después de dos meses para continuar mis estudios, y enfrenté un suceso inesperado al dibujar la bandera nacional del Sáhara en la pared de una escuela secundaria. Fui raptado por individuos que se identificaron como policías, quienes me agredieron brutalmente y me dejaron abandonado en las afueras de Oued Saqia. Un pasante que me encontró allí contactó a mis familiares y me llevaron a casa para cuidarme con recursos básicos, ya que el hospital era un lugar de detenciones, añade.

Dos años después del violento desalojo del campamento, Aliat fundó el grupo pacífico «Leoncillos de Gdeim Izik» con el fin de mantener encendida la protesta contra el intruso. «El propósito era demandar la independencia o autodeterminación de nuestra gente, reavivar el espíritu combativo entre los jóvenes y recordar Gdeim Izik y otros eventos patrióticos. Designé las responsabilidades a cada activista de acuerdo a su área de especialidad y experiencia. Mi tarea más arriesgada fue la recepción de Dominic Brown, un activista de derechos humanos, de manos de Mouloud Ezahidi (otro activista que se encuentra actualmente exiliado en Francia) y facilitarle el acceso a El Aaiún. Creó un documental sobre el tormento del pueblo saharaui y la injusticia que enfrentan al solicitar la autodeterminación», comparte en su testimonio.

Entre los documentos que presentó a las autoridades españolas, se encuentra una carta de los productores del documental «La Badil» (Sin otra opción, no hay alternativa), filmada en las áreas ocupadas del Sahara Occidental. La carta, escrita por el director británico Dominic Brown, dice: «Quiero confirmar que Abderrahman Aliat nos ayudó activamente durante la grabación de nuestro documental encubierto ‘La Badil’, tratando sobre la actual tensión en el Sahara Occidental y la represión hacia la población saharaui. Abderrahman y sus amigos asumieron riesgos significativos frente a las autoridades marroquíes al asistirnos en la producción y grabación del documental. Apoyamos con firmeza su solicitud de asilo y esperamos que pueda seguir adelante, ya que su vida se encuentra seriamente amenazada en el Sahara Occidental. Hemos presenciado de primera mano la brutal represión bajo la que viven Abderrahman y otros saharauis». Brown fue uno de los que Aliat ayudó a sortear las restricciones impuestas por las autoridades de Marruecos y a eludir lo que Reporteros Sin Fronteras llama el «vacío de información» sobre la zona saharaui.

A lo largo de la última década, Aliat ha mantenido su compromiso a pesar de las palizas y detenciones. «Continué con mis actividades junto a mi colega Yassine Khnaibila, pintando la bandera saharaui en las paredes de escuelas, espacios públicos y cercanos a las viviendas de los representantes de las Naciones Unidas cada semana. Además, repartimos panfletos para concienciar y recordar a nuestro pueblo la causa saharaui. A pesar del acoso constante, organizábamos protestas pacíficas, pero siempre nos encontrábamos con represión, golpes y arrestos».

El activismo de este individuo prevaleció en el anonimato hasta que se comunicó la muerte del secretario general del Frente Polisario, Mohamed Abdelaziz. Esto resultó un duro golpe para él y todos los saharaui. Su grupo, junto con otros activistas, planearon una protesta pacífica vestidos de luto en honor al martirio y liderazgo de su caído líder, pero la policía ocupante y sus agentes estaban listos para confrontarlos, ya alertados de la concentración que se llevaría a cabo. En la avenida Smara, frente a la panadería Manolo, repartieron banderas y folletos, pero fue rodeado por las fuerzas de ocupación, quienes lo golpearon y lo transportaron en un vehículo policial para continuar con su tortura, según indica. En otra manifestación fueron emboscados por colonos secundados por las fuerzas auxiliares.

Sufrió una herida en la mano con un objeto agudo y muchos de sus compañeros también resultaron heridos. Fue atendido rudimentariamente en casa de un amigo, donde aún guarda cicatrices de aquel incidente. Su resistencia continuó hasta el 16 de julio de 2019, fecha en la cual fue atacado por un miembro de las fuerzas marroquíes de civil, quien lo golpeó y escupió en la cara para persuadirlo a no celebrar el triunfo de la selección de fútbol de Argelia. Su histórico activismo, evidenciado a través de arrestos y fotos de los ataques sufridos durante casi 20 años, recibió nuevamente una negativa de Permiso de Residencia el pasado jueves. Al finalizar esta edición, Aliat se encontraba en una sala de rechazados de una terminal de Barajas, con el temor creciente de ser obligado a abordar un avión y ser deportado a Marruecos.

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