Esta semana ha finalizado el proceso de recambio de la alta gerencia en Moncloa, con la salida del gerente principal, Oscar López, y su subalterno, Antonio Hernando, quienes asumirán roles en el Ministerio de Transformación Digital y de la Función Pública, como ministro y secretario de Estado respectivamente.
Oscar López fue asignado líder del gabinete del jefe de Gobierno, tras la repentina despedida del omnipotente Iván Redondo. Este acontecimiento sucedió durante la crisis de julio de 2021, donde entre otros, se despidió al ministro de Desarrollo y tercer miembro del PSOE, José Luis Ábalos.
Se interpretó que esta reestructuración se debió a la acumulación excesiva de poder de Redondo – incluso intentó convertirse en ministro de la Presidencia – y Sánchez quería tener dirigentes del partido en su entorno más cercano. Tanto López como Hernando han mantenido una buena relación con el presidente desde que José Blanco era el brazo derecho de Rodríguez Zapatero. ¿Cómo se explica ahora la salida de López y Hernando? ¿Cómo se interpreta el ascenso de funcionarios sin tener un carné y con un perfil más profesional y menos político? Primero, descartemos la idea de que López y Hernando han dejado Moncloa porque el presidente piensa que no han sabido manejar la crisis surgida por la publicación de información incómoda sobre su esposa, Begoña Gómez. Si fuera así, Sánchez no les habría gratificado con un ministerio, especialmente cuando esta entidad tendrá bajo su control material delicado como telecomunicaciones o funcionarios. López se convertirá en un ministro de alto perfil político, alguien que puede incluso opacar a Óscar Puente en los debates públicos, pero tal vez no con su facilidad para responder a las críticas en redes sociales y entrevistas. El recién nombrado ministro será un vocero de las políticas gubernamentales y un defensor ferviente de su jefe. No hay duda de ello. Lo que realmente señala el cambio interno en Moncloa es una percepción del poder.
El gobierno real reside en el palacio presidencial, donde el presidente reina sin resistencia ni disentimiento. La entrada de Iván Redondo marcó un hito. Cuando Adolfo Suárez conquistó las urnas en 1976, Carmen Díez de Rivera se convirtió en jefa de Gabinete. En aquel entonces, había más personal de servicio en la Moncloa que asesores. Las instituciones de poder eran poco serias. Con esta estructura, los ministerios, con sus altos cargos, disfrutaban de autonomía y una amplia capacidad de decisión, ya que poseían mucha más información sobre su área de competencia que el propio presidente. Además, los partidos políticos eran también una fuerza a tener en cuenta, y Suárez tenía que lidiar con ministros de gran influencia y una facción del partido que exigía su cuota en el reparto del pastel. La oposición era formidabl. Cuando Felipe González estaba en el poder, la maquinaria del estado mejoró tanto en volumen como en calidad. Roberto Dorado y José Enrique Serrano (quien también sirvió bajo Rodríguez Zapatero) comenzaron llevando altos funcionarios a la Moncloa para proporcionar una perspectiva global al presidente sobre todos los asuntos, principales, de economía y relaciones exteriores. Aznar y Rajoy reforzaron aún más la estructura de la Moncloa, donde aterrizaron asesores de diversas especialidades. El verdadero avance se produjo con la llegada de Pedro Sánchez al poder y con la designación de Iván Redondo como jefe de Gabinete. Redondo ostentaba tanto o incluso más poder que algunos ministros debido a su gestión de profesionales de alto nivel dentro de la macroestructura que desarrolló en la Moncloa. Experto en diversas disciplinas, estadistas, matemáticos, sociólogos, etc., crearon una densa red que brinda al presidente, a través de su jefe de Gabinete, información detallada sobre los temas de debate público, las previsiones de elecciones, o el diseño de prospectivas.
España 2050 se originó de ahí y ha constituido el núcleo de la política implementada por Pedro Sánchez durante los últimos cuatro años. Oscar López ha sido reemplazado por Diego Rubio, nuevo fontanero jefe y exsecretario general de Políticas Públicas, Asuntos Europeos y director de la Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia País. Rubio, de 38 años, tiene una sólida formación académica. Su sostén, Ángel Alonso, comparte un perfil profesional similar y tiene 41 años. Entre las figuras prominentes del nuevo esquema se encuentran José Fernández Albertos (secretario general de Política Nacional); José Rama Caamaño (dirigente del departamento de Análisis Territorial); Antonio Hernández Espinal (director del departamento de Coordinación Política), y Francisco José Salazar (de la era de Redondo, como secretario general de Coordinación Institucional) sigue en su cargo. Recientemente, José Pablo Ferrándiz se ha unido como experto en análisis demoscópico. Y, aunque predominan los hombres en este equipo de fontanería, también hay mujeres presentes: Silvia Calzón (directora del departamento de Atención y Respuesta a la Ciudadanía); Judit Alexandra González Pedraz (secretaria general de la Presidencia); Loreto Gutiérrez (general de brigada y directora del Departamento de Seguridad Nacional), y Emma Aparici Vázquez de Parga (secretaria general de Asuntos Exteriores). Este conjunto de potenciales sucesores podría proporcionar reemplazos a varios ministros. La lealtad ya no se debe al partido, sino al Presidente. Bajo la supervisión de Rubio, el gabinete del Presidente incluye cuatro subsecretarías, cinco direcciones generales y numerosas subdirecciones generales. Además, la lista de asesores del Ministerio de la Presidencia (Félix Bolaños) incluye 390 personas. Tal estructura amplia explica por qué Sánchez ejerce su papel con un enfoque presidencial; todo está centralizado en Moncloa.
Actualmente, el Gobierno se comporta como un administrador de las políticas establecidas en el palacio presidencial, abordando desde cuestiones económicas hasta asuntos internacionales y de defensa. Aunque el CNI reporta a Defensa, dirigida por Margarita Robles, políticamente está también bajo la influencia de Moncloa. Los ministros juegan un papel limitado y es Moncloa quien establece la línea a seguir, la cual se implementa con poco o ningún debate interno. En este contexto, el presidente no se inquieta al ceder ministerios a Sumar (o previamente a Podemos, a pesar de la naturaleza desestabilizadora de Pablo Iglesias). El presidente opera con el respaldo de un Gobierno en la sombra formado por sus expertos de confianza y un equipo de asesores. El partido político, por otro lado, se ha convertido en una extensión de Moncloa, con la sede del PSOE funcionando más como una oficina satélite. Se hace evidente la ausencia de iniciativas significativas originadas por los dirigentes del PSOE. Asistimos a un nuevo modelo de ejercicio del poder, similar al del presidente de los Estados Unidos, del que se han extraído numerosas prácticas. Sin embargo, a diferencia de la Casa Blanca, Moncloa aún cuenta con suficiente espacio para evitar el atropello en su ala oeste.