Categorías: Política
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22 septiembre, 2024 1:37 am

La incorporación de ETA a la sociedad se ha simplificado enormemente, y no se requiere que muestren remordimiento

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Iñaki Arteta se ha dedicado durante años a tratar de entender qué motiva a una persona a traspasar los límites éticos, a estar dispuesto a usar violencia física o intimidación en nombre de un ideal. En su vasto repertorio de documentales ha investigado el dolor de las víctimas de ETA, el ambiente social que permitió décadas de terror y el proceso de adoctrinamiento que pudo propiciar dichos actos.

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Hace cuatro años, presentó «Bajo el silencio», un documental en el que presenta testimonios de individuos cercanos a la izquierda abertzale, ilustrando cómo vivieron y justificaron acciones durante aquellos años aquellos que no cuestionaron a ETA.

Ahora, ha compendiado algunos de esos testimonios y añadido otros nuevos en «Bajo el Silencio.

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La sociedad vasca, espejismo de paz», su último trabajo. En este libro, Arteta incorpora relatos de diversos personajes, incluyendo curas, exmiembros de ETA, políticos de la izquierda abertzale, profesores de ikastola y descendientes de terroristas, entre otros. Con estas narrativas, logra dar una visión de cómo la sociedad vasca vivió y justificó los años de terrorismo en Euskadi.

Actualmente, asegura que Euskadi está sumergida en una ilusión, una ‘burbuja’ de paz artificial donde el silencio persiste en nombre de una supuesta normalización social. Denuncia la actitud de «no molestar» a los ex reclusos de ETA después de su liberación, ni de confrontar a los líderes de la izquierda abertzale para evitar «molestias». Todo, según parece, en aras de la paz.

La entrevista apunta que las personas responsables de actos terroristas ya no necesitan mostrar remordimiento o pedir disculpas por sus acciones. En lugar de esto, se les ha permitido una mezcla de capacidad para reformarse y promesas de reincorporación a la sociedad. En lo que respecta a la paz en el País Vasco, se reconoce que la realidad es más bien una ilusión. Aunque el final de la violencia aporta una sensación de calma, la verdadera paz, que incluye libertad de expresión, el fin de la impunidad y el reconocimiento de las acciones pasadas, aún no se ha logrado.

Acerca de la importancia de obtener testimonios de aquellos que participaron y apoyaron dichos actos de violencia, la entrevista señala que es fundamental comprender por qué individuos aparentemente normales, como universitarios, podrían unirse a grupos terroristas y cometer atrocidades. Además, se busca entender las motivaciones y razones de aquellos que brindaron apoyo logístico, votaron y aplaudieron estas acciones, así como el papel de la religión en todo esto.

Amplias fracciones de la sociedad vasca han fomentado ciertos acontecimientos, fortaleciendo la insensibilidad de los agresores para cometer sus atrocidades. Es una realidad inexplicable y un elemento crucial que falta en esta narración. Tener claridad sobre su motivación para matar a otra persona es primordial. P.- Usted dialoga con ex terroristas, instructores de ikastola, políticos pro-ETA, entre otros. ¿Identificó algún patrón común aparte de su apoyo al terrorismo implementado por el grupo? R.- Una ilusión de superioridad y auto-compasión. Asesinan justificándose en el sufrimiento del pueblo vasco, en el padecimiento de su propia familia. En esencia, es una fantasía basada en una falsedad histórica, un cuento antiguo. Además, hay una enorme auto-engaño en el fondo de todo esto, la afirmación de que arriesgan sus vidas por una causa. La mayor parte de las agrupaciones terroristas se alimentan de ideología exagerada. P.- Dentro de las declaraciones de Bajo el silencio, hay un notable ausencia de remordimiento o perdón. ¿Cree que persiste la razón de que lo sucedido estuvo justificado? «Hay 350 asesinatos sin resolver y algunos de los liberados están implicados en uno o varios de ellos» R.- Confirmo la existencia de arrepentidos en poca cantidad. Verdaderamente conscientes, con una noble y sincera intención de pedir perdón, son escasos. Son muy raros. Se les hace firmar documentos de contenido ambiguo, ‘di esto y ya está, pido disculpas si herí a alguien…’ no mucho más. No son actos de contrición genuinos. Intentaba encontrar a alguien que me dijera que hizo esto y sabe que estuvo mal pero no tuve suerte. Y aquellos que admitieron sus errores se negaron a dar testimonio.

En la mayoría de los casos, ante las consultas, las respuestas suelen ser escurridizas, recurriendo a un lenguaje enmascarado y un discurso cargado de supuesto altruismo, argumentando que sus actos fueron en defensa del pueblo y en lucha contra el adversario. Actualmente, los exreclusos de ETA hallan un camino fácil hacia su reincorporación en la sociedad sin necesidad de mostrar arrepentimiento. ¿Por qué deberían? Ya tienen el apoyo y respeto de ciertos medios, de algunos sectores sociales, de políticos e instituciones, evitando cuestionarles sobre su pasado. P.- ¿Cuál es el testimonio que ha recopilado que más le ha llamado la atención? R.- Todos los testimonios recabados me resultan como de película de ficción. No me asombra tal tipo de discurso. Mi objetivo es entender su forma de pensar. Al escucharlos, pareciera que algunos salieran de un convento, incluso uno de ellos fue cura, lo que supera la imaginación. Lo que realmente me sorprende es cómo alguien puede vivir consciente de que colaboró o participó en un homicidio por ideologías. Es algo que me deja desconcertado. «El silencio forma parte intrínseca de nuestro ADN social» P.- Se ha mencionado que la existencia de un silencio social favoreció a ETA en el pasado. Ahora, a seis años de su disolución, ¿existe otro tipo de silencio en la sociedad vasca? R.- El silencio continúa. Está profundamente arraigado en nuestro ADN social. No sólo lo conservan aquellos mayores que vivieron de cerca el terrorismo, sino que también se transmite a las nuevas generaciones. Esa idea de que hay temas sobre los que no se debe hablar. Ese silencio también está presente en la izquierda abertzale. Cuando salen de prisión, no conceden entrevistas, no hablan. Pero pienso que ni siquiera el periodismo se atreve a confrontarlos. Ellos prefieren guardar silencio, salir de prisión y evitar problemas.

Tengo claro que existen 350 homicidios no esclarecidos, en los cuales algunos de los individuos libres han estado involucrados. Tan solo unos pocos sienten un auténtico remordimiento y tienen la humildad auténtica para pedir perdón. Las familias han aceptado su papel de víctimas frente a terroristas que están inmersos en nuestra sociedad, que reniegan de sus actos y aún menos se responsabilizan de ellos. La clave está en su silencio, nadie les cuestionará. Ni siquiera un vecino les interrogará acerca de crímenes que en la mayoría de los casos ya prescribieron. Imagina tener un pedófilo entre tus vecinos, que sale de prisión después de 20 años, su presencia en una junta comunitaria sería perturbadora… pero con estas personas, todo parece normal. Esa es la razón por la que vivimos en un ambiente tranquilo, en una burbuja, gracias a un silencio complaciente. Si todos nos mantenemos callados, todo parece avanzar. Algunos ven esta apariencia de normalidad y se la creen, pero nada más lejos de la realidad. Y ¿qué hay de las víctimas, de los autores… y de los informantes que contribuyeron a su ejecución? ¿Existió una sociedad de informantes? Los autores son los que cometen los asesinatos, pero no solos. Necesitan información sobre habitantes, rutas, horarios, entre otros. Esos informantes jugaron un papel fundamental, ellos también son acreedores de los crímenes. Permitieron que otros fueran asesinados. Luego está el apoyo intelectual de la iglesia, del nacionalismo que los alentó. Todo eso forma parte de esa comunidad que ayudó a organizar los crímenes. Incluyendo a aquellos que votaron y tenían plena conciencia de lo que apoyaban, que eran una buena parte de la sociedad. A eso se suma el silencio del resto.

P.- ¿Piensas que los líderes intelectuales de esa época han sido los menos castigados? R.- Afirman que también han sufrido penas en prisión. Sin embargo, no han pagado mucha retribución. Ahora todos evitan ser vistos como los villanos políticos. Ahora todos niegan cualquier participación. Aún estamos muy cerca de aquel tiempo para tener una visión completa. Estoy tratando de dejar ciertas marcas. Con el pasar de los años, estas culpas tendrán que surgir. P.- ¿Te hubiese agradado incluir a Arnaldo Otegi en tus testimonios? R.- No, estábamos en la búsqueda de militantes comunes, por así decirlo. Decidimos que sería más relevante descender un par de niveles y conversar con la gente más ordinaria. Ya conocemos lo que Otegi tiene por decir.

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