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Sánchez y Puigdemont son un caso de chantajes mutuos y de falsa amnistía. Puigdemont puede acabar con la legislatura, pero no va a estar nunca mejor que con Sánchez.
Lo cierto es que le está complicando al vida a un hombre que está dispuesto a hacer todo por él. Debemos esperar dos semanas, pues, para saber si la promesa del Presidente es cierta, o ha cambiado de opinión.
Sánchez tiene algo de «el hombre oportuno en el momento necesario»; de la coherencia de Julio Anguita; de la elegancia de Josep Piqué. Sánchez amnistía a Puigdemont, pero los ciudadanos amnistían a Sánchez. Respecto al «procés», hasta él reconoce que en sí es un enorme embeleco. Los independentistas catalanes no pueden volver sobre sus pasos, a la aceptación de un Estado descentralizado; tienen que ponerse siempre un horizonte. Necesitan el confín mitológico de la secesión, de la independencia.
Además…. Esto no está en sus manos, sino en las de ERC, que, después de implosionar, va a verse sometida en las próximas semanas a dos intentos de OPA hostil: por el lado de la izquierda, por parte del PSOE, y desde el independentismo, por parte de Junts.
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