Mientras algunos gobiernos usan drones –vehículos aéreos no tripulados, VANT– para sembrar el pánico entre la gente, los grupos conservacionistas y de bienestar animal están echando mano de esta tecnología para preservar la vida.
Con ellos se pilla a los cazadores y se detecta cualquier acción ilegal contra la naturaleza.
Los drones ya no son un arma exclusivamente militar.
Ahora que su precio ya no es prohibitivo, se han convertido en un arma al servicio de la conservación del medio ambiente.
La organización Sea Shepherd fue pionera en estas lides cuando en 2011 utilizó un dron para localizar a la flota ballenera japonesa que se dirigía a la Antártida.
Citado por el diario The Guardian, Steve Roest, ex presidente ejecutivo de la organización, explica: Puedes tener una máquina de accionamiento eléctrico, ala fija y multirotor, que tiene un rango de 20 minutos a una hora, o una propulsada por gas que puede volar entre ocho y 24 horas, y hasta 500 kilómetros.
Ellos [los drones] están cambiando la cara de la conservación: se puede filmar cualquier cosa, ir a cualquier parte.
El bosque ya no será un lugar en el que sólo los árboles son testigos de las malas acciones.
Los drones los sobrevolarán, buscando y grabando para la posteridad a cazadores ilegales de ciervos y osos.
En Estados Unidos, de hecho, ya están siendo usados para detectar granjas de cría intensiva de gatos y perros.
Por desgracia, los drones siguen también en el lado oscuro.
Los cazadores pueden utilizarlos para ubicar a sus presas potenciales.
Así, es probable que la lucha entre la caza y la conservación se libre en el cielo.
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