Las semillas transgénicas -organismos modificados genéticamente, OMG- no son de nuestra estima.
Entre otras cosas, despiertan temores sobre su efecto en el acervo genético de los alimentos y sus características nutricionales, el impacto que tienen en el medio ambiente y en nuestra salud, y la falta de ética detrás de la patente de un producto de la naturaleza.
Sin embargo, el avance de la ciencia es imparable en este campo y en el futuro podríamos ver plantas resistentes a la cosechas, a las pestes y que se fertilizan solas.
Los científicos ya han desarrollado cultivos resistentes a plagas y las enfermedades mediante la adición de genes con antibacterianos o cualidades insecticidas.
En este sentido, hay una duda compartida por la comunidad anti transgénicos: ¿qué efecto podrían tener estos cultivos en la vulnerabilidad de las bacterias a los antibióticos? El desarrollo de resistencia a estos medicamentos por parte de las bacterias es uno de los asuntos que más preocupa a la comunidad médica.
Que los alimentos obtenidos de OMG no conserven sus perfiles nutricionales tradicionales es otra de las preocupaciones de quienes se oponen a ellos.
Para contrarrestarlo, los científicos sostienen que pueden tomar genes que proporcionan nutrientes, como la vitamina A en las zanahorias o los Omega 3 de los aceites de pescado, y ponerlos en una variedad de cultivos.
Las plantas de laboratorio del futuro podrán incluso fertilizarse a sí mismas.
Aquellas que toman el nitrógeno del aire y lo depositan en el suelo naturalmente reducen la necesidad de utilizar nitratos artificiales para su fertilización.
Los científicos están trabajando para dar a otros cultivos esta capacidad.
Las regiones del planeta que sufren sequías constantes podrían beneficiarse si los científicos logran desarrollar plantas que puedan sobrevivir en entornos adversos.
Los cultivos incluso pueden manipularse para que crezcan más de una vez, eliminando la necesidad de los agricultores de arar la tierra y plantar una nueva semilla.
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