Acaba de saltar la noticia de que Obama ha forzado la dimisión del director de General Motors Rick Wagoner.
La misma compañía que, allá por las décadas de 1930 y 1940, contribuyó a la caída y desaparición de un sistema de tranvías eléctricos que funcionaba en 45 ciudades estadounidenses.
La teoría de conspiración no sólo envuelve la pregunta de quién mató el coche eléctrico.
También la de quién mató el tranvía eléctrico y el sistema público de ferrocarriles americano en favor del transporte rodado de autobuses y coches privados a petróleo.
El tranvía eléctrico no desapareció por problemas financieros.
Fue deliberadamente borrado del mapa.
Es la tesis de Bradford C.
Snell, recogida en varios documentales y también en “Heartbreak of America” de Stephen Talbot, un fragmento del cual está al final de este post.
Según este historiador e investigador, General Motors se habría aliado con el fabricante de pneumáticos Firestone y con la petrolera Standard Oil para crear la National City Lines, una compañía que, poco a poco, fue comprando (y sustituyendo) las diferentes compañías de tranvías que operaban en las ciudades de EEUU.
La jugada es fácil de imaginar.
Se basó en desmantelar el sistema de tranvías para dejar el horizonte despejado a los vehículos privados y a los nuevos autobuses de General Motors, mucho más contaminantes e ineficientes.
La compañía de Detroit tenía un poder inmenso y controlaba la producción de automóviles, camiones, autobuses y locomotoras.
Gracias a la alianza estratégica con Firestone y Standard Oil, desplazaron el transporte en ferrocarril y tranvía en favor de coches y camiones.
De hecho, tal y como recuerda Bradford C.
Snell, General Motors fue demandada en 1947 por el Gobierno Federal por “conspiración criminal”.
A la compañía le cayeron 5.
000 dólares de multa, pero a uno de los máximos responsables, sólo la simbólica cantidad de 1 dólar.
Así pues, hay fundamentos para creerse la teoría conspiratoria.
El caso es que tantas décadas después, la ciudad de Los Angeles trabaja para que, en algunos años, sus ciudadanos puedan volver a disfrutar de un sistema de ferrocarriles públicos como el de antaño.
Costará la friolera de 150.
000 millones de dólares recuperar lo que General Motors destruyó deliberadamente.
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