Nuevas inversiones para tratar de reducir la emisión de gases de efecto invernadero: el Gobierno australiano acaba de anunciar un plan multimillonario para investigar cómo reducirlas en el ámbito de la ganadería y las granjas de animales.
Básicamente, cómo reducir al máximo las emisiones de metano procedentes de las flatulencias de los animales, responsables del nada despreciable porcentaje del 12% del total de emisiones de gases de efecto invernadero del país.
Cifras tan altas se explican por ser Australia una de las grandes productoras a nivel mundial de carne.
Por ello, los 120 millones de ovejas, cabras y vacas de la cabaña australiana se han convertido en la tercera mayor fuente de gases de efecto invernadero.
Por poner un ejemplo, una ternera expulsa el equivalente de 1.
500 kilos de CO2 al año.
En posts anteriores ya nos habíamos analizado lo insostenible de este tipo de carne, y lo beneficioso que sería que todos nos hiciéramos vegetarianos.
¿Cómo se pretende reducir el impacto de los pedos de los animales? Estudiando la posibilidad de que cambios en la dieta, además de controles químicos y biológicos de las bacterias del estómago, puedan hacerlo.
También se plantean la crianza selectiva: el tipo de vaca que menos pedorree sobrevirá, en resumen.
El objetivo es mantener la producción de alimentos en un momento de crisis alimentaria (en parte, por culpa de los biocombustibles), a la vez que se reducen las emisiones para luchar contra el cambio climático.
Pero hay otras voces, como la del profesor Ross Garnaut, que proponen soluciones más originales.
Este señor, máximo consejero sobre cambio climático del Gobierno australiano, sugiere que los australianos coman más canguro y se reduzcan el número de animales de granja.
Lo han oído bien: los canguros emiten cantidades insignificantes de gas metano, y han sido durante toda la historia de Australia la principal fuente de carne, por lo que no sería descabellado.
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