Los científicos en Australia están trabajando para desenmarañar el rompecabezas genético detrás del cáncer que está llevando al demonio de Tasmania por el camino de la extinción.
Y el público, pese al poco encanto de este animal, lo está reivindicando como símbolo del país: de acuerdo con Los Angeles Times, hay alimentos y vinos con su imagen, bares y signos de cafetería con la caricatura del demonio gruñendo, al igual que el logotipo oficial de los Parques de Tasmania.
Tal parece que los conservacionistas de todo el mundo no han perdonado a los funcionarios australianos haber permitido que el último el tigre de Tasmania muriera en una celda de concreto en el zoológico de Hobart en 1936.
Por poco gruñón y antipático que sea el demonio de Tasmania, los australianos no están dispuestos a permitir que corra la misma suerte.
Están acudiendo los ciudadanos a los zoológicos a ver a este animal y debo decir que, si se encuentra uno con ejemplares como los de la foto, hasta llega a enternecerse.
Los trabajadores de la vida silvestre han creado un Arca del demonio, y envían pequeños grupos de demonios no infectados con el terrible cáncer a los parques zoológicos y santuarios en todo el país para establecer una población segura y evitar la extinción.
Los investigadores creen que sin esta intervención masiva, los demonios salvajes podrían desaparecer en cinco años.
Hoy, 90% de la población conocida de demonio de Tasmania ya se ha perdido.
La enfermedad es como salida de una capítulo de la serie Fringe: los tumores brotan alrededor de la boca, con una rapidez increíble transformándose en bulbosas pústulas de color rojo que eventualmente tapan completamente la cara del animal, dejándolo incapaz de comer.
Se trata de un cáncer altamente infeccioso cuyo probable origen son las células que protegen su sistema nervioso.
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