El limón es un buen aliado contra la suciedad doméstica.
Sus efectos limpiadores, además, se multiplican si lo unimos con otros productos ecológicos, como la sal o el bicarbonato de sodio.
Veamos cómo tener la casa reluciente utilizando esta jugosa fruta.
Utilizar el limón en nuestra limpieza diaria es sencillo.
Por ejemplo, su ácido es un potente limpiador contra la suciedad en general y, especialmente, contra las manchas de óxido.
Y para obtener una pasta que nos dé un mejor resultado, podemos mezclarlo con sal.
Pasémoslo sin miedo por las encimeras, una de las especialidades del limón, siempre que no sea de piedra delicada, como mármol o acero inoxidable.
Para lograr resultados perfectos, sumar a su eficacia la del bicarbonato sódico: basta con frotar medio limón por una superficie previamente espolvoreada con el polvillo blanco.
El efecto decolorante de su zumo no conviene en superficies delicadas, tal y como hemos dijo, pero sí nos será útil para eliminar las manchas difíciles de tablas de madera o plástico.
Lograrlo es tan sencillo como presionar sobre la superficie con medio limón, dejando reposar media hora antes de enjuagar.
Más trucos: añadir una cucharadita de jugo de limon a la dosis de detergente antigrasa para la vajilla, así reforzaremos su poder limpiador.
O la grifería: lucirá sin cal tras estar en contacto con zumo de limón durante toda la noche (enjuagar luego con un paño húmedo).
Como antiolores tampoco tiene precio: repasa el cubo de la basura con un limón cortado por la mitad o elimina el olor de pescado crudo de tus manos, con el mismo procedimiento.
¿También blanquea la colada? Efectivamente, ésta es otra de sus virtudes: añadiendo el zumo de dos limones en el enjuague de la ropa lograrás un blanco más luminoso.
Y, por cierto, cuando se acabe de utilizar, que no vaya al cubo de la basura, sobre todo si haces compostaje.
Vía
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