No sé si soy la blogger adecuada para hablaros de esta nueva máquina, así que ya os adelanto que no voy a emocionarme por tan peculiar invento.
Aún así, reconozco que algo se avanza si en lugar de hervir vivas a las langostas, se usa un artilugio que las mata antes de ser cocinadas.
Así es, el artefacto en cuestión electrocuta a las langostas antes de ser cocinadas.
Se trata de una máquina pensada para evitar que los chefs pasen un mal rato y, digo yo, que también para ahorrarles a los pobres bichos la tortura de caer en una olla de agua hirviendo.
Es bien sabido que cuando uno de estos crustáceos entra en una cocina no es, precisamente, por su propia voluntad.
Y no es para menos porque, por lo visto, tradicionalmente, estando aún vivas se les echa en una cacerola de agua hirviendo, donde emiten gritos durante los varios minutos que tardan en morir.
Un panorama ante el que, o hacemos como estos auténticos héroes animalistas, que liberaron a todas las langostas de un restaurante croata, o las excluimos de nuestro menú o, ya como mal menor, nos cercioramos que tienen esta máquina en la cocina del restaurante.
Sepamos más de la máquina y de su inventor.
El empresario que la ha ideado se llama Simon Buckhaven, y el dispositivo ha sido bautizado como CrustaStun.
Según su creador, el marisco muere casi de inmediato (en 0,3 segundos) y esa falta de estrés logra que su sabor mejore.
Pero sigamos indagando en los pormenores de la máquina, respaladada por los de PETA, y cuyo precio en el mercado ronda las 2.
500 libras: El CrustaStun es una especie de caja de acero inoxidable del tamaño de un microondas con una bandeja que tiene una esponja húmeda y un electrodo.
Los crustáceos se colocan en la caja y cuando ésta se cierra, la esponja húmeda actúa de elemento conductor de la corriente.
Así de feo se escribe el destino de estos crustáceos que acaban en redes que expolian los diezmados mares.
Tan nefasto como para tener que alegrarnos de que en lugar de morir hervidas, lo hagan electrocutadas.
Sinceramente, yo no logro emocionarme.
Sobre todo cuando pienso que algunos todavía creen que el grito de las langostas en la cacerola no es una prueba de su dolor, sino la liberación de gases o algo parecido.
O cuando recuerdo haber leído en algún sitio que los cangrejos permanecen en silencio cuando se les hierve vivos, pero que se despojan de sus garras y piernas como un mecanismo de defensa.
Y que, por ello, con frecuencia se ponen en agua dulce y se les ahoga durante ocho horas para evitar que la decoración del plato se vea perjudicada.
También me cuesta alegrarme de que hayan inventado esta máquina cuando, navegando por internet me encuentro que existe un debate sobre si los peces y crustáceos sienten dolor , pues algunos argumentan que sus sistemas nerviosos no son lo suficientemente complejos.
Por cierto, además de acabar con las pobres langostas, este artilugio también hace lo propio con otros mariscos, como cangrejos y langostinos.
Una vez dicho esto, no puedo acabar el post sin exclamar ¡Qué bien se está descansando cerca del mar, lejos de estas cocinas tan equipadas!Vía