Nos tienen acogotados con la crisis, diciéndonos que estamos en recesión, que se acabó el crecimiento económico.
Es hora de preguntarse: ¿es eso tan malo? ¿Tan malo es dejar de crecer? Un grupo consultivo del gobierno británico, la Sustainable Development Commission o Comisión para el Desarrollo Sostenible, también se lo pregunta en un informe titulado “¿Prosperidad sin crecimiento?” (Prosperity Without Growth?).
Porque, no se engañen, en el centro del batacazo económico que está sacudiendo el mundo está la obsesión por el crecimento en un mundo de recursos finitos.
Un interesante editorial en The Guardian se hace eco de este informe.
Recuerda como el premier británico, Gordon Brown, y todos sus antecesores en el cargo, han basado el análisis de la situación económica en las cifras del Producto Interior Bruto (PIB) y otras medidas, siempre teniendo muy en cuenta qué porcentaje se crecía o se dejaba de crecer.
Socialmente, se presentaban estos datos como el mejor indicador de la prosperidad, en Gran Bretaña, en nuestro país y en todos lados.
Pero esos números no dan cuenta de qué distribución se hace de la riqueza, ni cómo se ha conseguido (¿vendiendo armas, recortando derechos de los trabajadores, inviertiendo en paraísos fiscales, destruyendo el medio ambiente?).
Y sí, la primera víctima de nuestra obsesiva búsqueda del crecimento es el medio ambiente.
Por ejemplo, países en vías de desarrollo como China o India sustituyen la pobreza en el mundo agrícola por el hacinamiento en centros urbanos e industriales contaminados y congestionados.
El economista Jayati Ghosh, por ejemplo, señala que la calidad del suelo en la India ha empeorado en un 30% en 10 años.
¿Cuál es la solución que los gobiernos de todo el mundo aplican para salir de la crisis? No, no es pasarse a la economía verde.
Ni aprovechar la coyuntura para transformarnos en economías bajas en dióxido de carbono.
La solución más extendida es la de, por ejemplo, dar ayudas directas a los compradores de coches para revitalizar el consumo… Para mantenerle el pulso al calentamiento global y dejarlo por debajo de un aumento de 2°C (a partir de los cuales el cambio climático puede tener “consecuencias peligrosas e imprevisibles”), y manteniendo los crecimientos actuales tanto de población como de PIB, tendría que haber una caída de 21 veces en el contenido de carbono de una unidad de producción económica para 2050.
Para lograr que, al mismo tiempo, los países en desarrollo puedan salir de la pobreza, se requeriría una mejora de 130 veces en el uso de carbono.
Ni la tecnología ni el comercio de emisiones pueden conseguir tal hazaña, ese imposible.
Desengáñense.
En lugar de trabajar febrilmente, favoreciendo cada vez más la acumulación y el consumo, se podría vivir a un ritmo más lento y tener más tiempo para socializar, para disfrutar, para amar, para ser humanos.
Los economistas han hablado de estas ideas antes, pero nunca las han desarrollado.
Hay que destacar que muchos ecologistas también yerran el tiro cuando reclaman una economía de estado verde que mantenga todo igual pero contaminando menos (no es el caso de Ecologistas en Acción).
Todos estos discursos tienen que renovarse, hay que cambiar lo esencial antes de que sea demasiado tarde, antes de encontrarnos al borde del colapso ecológico.
¿Están de acuerdo? Infórmense acerca del movimiento por el decrecimiento.
Vía