¿Qué susurra el viento que cruza los océnos? Si ese viento sabio pudiera hablar, quizás nos contaría tristezas y alegrías de la vida marina.
Seguramente, ulularía apenado hablándonos de la gran timidez de las ballenas, de cómo a veces se asustan y quedan varadas en la orilla por culpa de cualquier ruido extraño, producido por los parques eólicos marinos, las plataformas petroleras o incluso por los barcos que pasan.
Menos poéticos que el viento, pero más prácticos, científicos de la Universidad de St Andrews acusan en especial a los parques eólicos marinos, a las plataformas petroleras o al simple tráfico marítimo de molestar a las ballenas picudas.
Su innovador estudio concluye que, aparte del sonar de los submarinos, algo que ya se sabía, la principal amenaza podría venir de estas otras fuentes de ruido, incluso de cualquier contaminación acústica.
La investigación se centró en la ballena picuda por ser una especie que aparece varada con frecuencia en las costas del Reino Unido.
Y su conclusión fue clara: las ballenas son tan tímidas como enormes (su tamaño es similar al de un rinoceronte y no pesan menos que un autobús), cualquier cosa fuera de lo habitual las asusta, y ello acaba provocando varamientos, producidos principalmente a consecuencia de los parques eólicos marinos.
El estudio comprobó la tremenda sensibilidad de las ballenas a cualquier ruido desconocido, haciendo un seguimiento de algunos ejemplares en estado salvaje, colocándoles una etiqueta electrónica que medía los sonidos escuchados y sus posteriores movimientos.
La conclusión de este estudio desaconseja aumentar el número de parques eólicos marinos, tal y como planea el gobierno, sobre todo frente a las costas escocesas, una de las zonas donde las ballenas acuden a alimentarse.
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