La cebolla es como Cenicienta: nos hace llorar hasta que, por fin, conseguimos verla floreciente y vestida de gala.
Sí, porque más allá de los fogones, este bulbo puede usarse como eficaz plaguicida y, si lo plantamos, obtendremos una bonita flor como la de la fotografía.
¿Te gusta? ¿Sí? ¿Entonces, qué estás esperando para pasarla de la cocina al jardín?Las cebollas tienen una personalidad contradictoria, igual te sacan las lágrimas que alegran el paladar.
Y, en el jardín, lo mismo se convierten en flor que repelen a los insectos.
Ellas son así, camaleónicas y llenas de sorpresas, todo un lujo que nos brinda la naturaleza y que hay que saber aprovechar.
Plantarlas en invierno, como si fueran bulbos de tulipanes, nos dará una alegría en primavera: se convertirán en atípicas flores, muy hemosas, de color blanco o morado, dependiendo de la variedad.
Además, plantarlas también es una buena manera de reciclar las cebollas que se llenan de brotes y son inservibles para cocinar.
¿Quieres ahuyentar a los bichos de las plantas de una forma natural? La cebolla (Allium cepa) puede ser una buena aliada para este fin, gracias a su contenido en azufre.
El azufre, precisamente, es lo que enrojece nuestros ojos cuando la pelamos y troceamos, una sustancia que actúa como repelente de determinados insectos, como la araña roja.
Para ahuyentarlos, trocearla pequeñito y colocarla sobre la tierra.
También es eficaz contra los hongos y pulgones, pero este uso requiere una preparación un tanto más trabajosa: poner un par de cebollas partidas por la mitad en un litro de agua caliente, dejarlo una semana en maceración y rociar las plantas con el liquido resultante.
Vía
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