Más vale tarde que nunca: el Parlamento de Turquía aprobó ayer por amplia mayoría adherirse al Protocolo de Kyoto para luchar contra el cambio climático y el calentamiento global.
Finalmente, tras años de duda por considerar que la aceptación de compromisos de reducción de gases de efecto invernadero podía afectar negativamente a la industrialización del país, Turquía firma.
Ahora el país está a la espera de dar luz verde a las medidas de ley necesarias para cumplir con estos compromisos.
Esta decisión empezó a gestarse ahora hace un año, cuando el Gobierno de Erdogan decidió apostar por ello con el objetivo de convertirse en agente legítimo en las discusiones y acuerdos que a nivel global se deben tomar para frenar el cambio climático.
También es cierto que la Unión Europea presionaba en este sentido, y no es baladí recordar el interés de Turquía, cuya población es de 70 millones de habitantes, de ingresar en el club de los 27.
Para cumplir con las normas europeas de reducción de emisiones, Turquía debería invertir unos 35 millones de euros en proyectos medioambientales.
Aunque todos, o casi todos, los países firmantes del Protocolo de Kyoto no conseguirán cumplirlo, el compromiso es la reducción, para el periodo 2008-2012, de un 5% de las emisiones de 6 gases de efecto invernadero (siendo el CO2 el principal) respecto a las emisiones del año 1990.
Sin duda que Turquía se une tarde, pero no deja de ser una buena noticia de cara al fundamental encuentro de diciembre próximo en Copenhagen, donde debe sellarse un acuerdo que sustituya a Kyoto para cuando éste expire en 2012.
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