De acuerdo con un estudio realizado por un equipo médico de la Universidad de Génova, en Italia, el cambio climático podría extender la temporada de alergia provocada por el polen.
Esta es la noticia que ninguna persona propensa a las alergias quiere escuchar cuando la primavera está en puertas, pero que vuelve todos los años por estas fechas.
Habrá quien piense que se le está yendo la pinza al personal con esto de achacar todo problema al cambio climático, pero en este caso hay una clarísima explicación científica: la cantidad de polen en el aire, así como el tiempo que se mantiene, se ha incrementado progresivamente a la par de las temperaturas, según señalan los registros del estudio italiano, que se han recogido durante 26 años.
El equipo realizó un seguimiento de la duración de la estación de polen y la sensibilidad a cinco tipos de polen en la región italiana de Bordighera, entre 1981 y 2007.
Observó que el incremento progresivo en la temperatura media ha prolongado la duración de la temporada de polen de algunas plantas y, como consecuencia, la carga general de polen.
La rinitis alérgica es una reacción a los alérgenos tales como el polen en el aire interior y exterior.
Los altos niveles de polen pueden exacerbar síntomas como los estornudos y la congestión nasal.
De acuerdo con el Comité de Aerobiología de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica, los pólenes alergénicos en España se distribuyen así: La sensibilización a gramíneas es dominante en el Centro y Norte de la Península a excepción del litoral Mediterráneo, donde por el contrario la Parietaria judaica (una maleza) relega a las gramíneas a un segundo lugar.
Igual ocurre con la Olea (olivo) en el sur de España, en aquellas áreas con extensas superficie de olivares, tales como Jaén, Córdoba o Granada, donde este polen resulta ser la principal causa de polinosis, ocupando las gramíneas un segundo puesto.
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