Sus orejonas parecen un murciélago en pleno vuelo.
De hecho, son animales nocturnos, pero guardan pocas similitudes más con los quirópteros.
Y, hablando de diferencias, aunque su medio natural es el desierto, estos dos habrán de soportar las gélidas tierras germanas.
Aún sin nombre, este par de zorritos fénec llegaron al zoo de Osnabrück y se encuentran en pleno proceso de adaptación.
Esperemos que los potentes focos que les han instalado les recuerde su sol del desierto.
Más les vale, porque, para su desgracia, en Alemania el calor de la sabana africana tiene la fea costumbre de resistirse a llegar.
¿Pero, y cómo son estos diminutos zorros? El primer comunicado del zoo los define como “tímidos y un poco inseguros”, aunque reconocen que están haciendo progresos.
Según Franz Josef Shelshorn, veterano cuidador de los rinocerontes, y ahora también de estos recién llegados, está siendo un auténtico placer interactuar con ellos.
Pertenecen a la especie de mamífero cánido denominada Fennecus zerda, no amenazada, pero sí castigada con ventas indiscriminadas como mascotas, y su tamaño es de bolsillo: la altura ronda los 20 cm, mide 40 cm de largo, más 25 centímetros de cola.
Lógicamente, tienen peso pluma, entre 0,7 y 1,6 kilógramos, y son pequeños carnívoros que comen insectos, reptiles, roedores, aves y huevos, y sus grandes orejas no son una broma de la madre naturaleza.
Cumplen importantes funciones, sirviéndoles para localizar su alimento y, a su vez, librarse del exceso de calor corporal, apuntan desde el zoo.
Dos ejemplares de Fénecs llegan al zoo de OsnabrückPero sepamos más cosillas sobre nuestros amigos: su procedencia tampoco fue el desierto, vinieron desde el zoológico de Praga, y desde su llegada a finales del pasado año, han estado adaptándose en un lugar escondido de los visitantes.
Pero llegó el momento de que puedan ser vistos, y desde hace unos días están siendo mostrados al público, si bien su cuidador todavía no ha logrado ganarse toda su confianza.
Para irse haciendo a su nuevo espacio y a las miradas de la gente, algo que debe estresarlos sobremanera, por cierto, su cuidador dedica un día a la semana a alimentarlos, dándoles manduca y buena conversación.
“Tengo un día señalado para ellos y les habló, por lo que pese a su timidez natural, se van acostumbrando a mí”, explica Schelshorn.
En cuanto al nombre, Schelshorn espera a conocerlos mejor para elegirlos.
Buena idea.
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