Los bebés humanos nacen de espaldas a la madre.
Se creía que tal característica era única del Homo sapiens.
Sin embargo, las observaciones realizadas por científicos de los Great Ape Research Institute of Hayashibara Biochemical Laboratories, en Japón, y publicado en Biology Letters, indican que los chimpancés también nacen de espaldas.
Satoshi Hirata, quien ha dirigido el estudio, dice que el descubrimiento pone en duda el argumento de que el nacimiento de espaldas fue un factor importante en la evolución de la partería en los seres humanos.
Existe la suposición de que la obstetricia evolucionó debido a que la forma en la que nacen los bebés humanos hace difícil para la madre enfrentarse sola al parto.
Sin embargo, señalan los autores del estudio, aunque los chimpancés también nacen de esa forma, las hembras no buscan la compañía de otros.
A mí, en mi ignorancia, me parece mucho más asombroso que no se supiera hasta ahora cómo nace nuestro pariente más cercano.
Las chimpancés prefieren estar solas cuando dan a luz.
Sumado esto a lo impredecible del momento del parto, había sido asumido que el nacimiento en esta especie era como en otras especies de primates, es decir, que el bebé nacía mirando a la madre.
El equipo de Hirata pudo observar los nacimientos gracias a que tenía una relación muy estrecha con los animales y pudo estar estar en la misma habitación que las hembras embarazadas y registrar su comportamiento.
A propósito de esta información, he recuperado de los archivos un artículo muy viejo publicado en el diario El País y titulado La ciencia explica por qué los bebés nacen de espaldas y desvalidos tras nueve meses, del 16 de septiembre de 1996.
En él, la antropóloga Werida Trevathan explica que en varias especies de monos las crías suelen salir del canal del parto con la cabeza por delante y mirando hacia la madre.
Esto permite varias acciones que facilitan la supervivencia del recién nacido en ese momento: la madre puede tirar de él y éste puede trepar hasta su pecho, pues la movilidad de otras especies al nacer es superior a la nuestra.
Las hembras humanas, en cambio, carecen de éstas y otras ventajas debido a que el bebé nace de espaldas.
Es un sacrificio que la evolución nos ha cobrado a cambio de ser bípedos.
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