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Lo que no debe tener un esmalte de uñas

Hace algunos años una chica me dijo en una tienda que el color amarillento de mis uñas se debía al formaldehído.
Jamás he olvidado aquel comentario, y hoy en día, con mis uñas libres del fatal químico, sé que hay otras dos sustancias que no debe tener un esmalte que presuma de ser beneficioso más que para dar color: tolueno y ftalato de dibutilo, químicos usados para dar un acabado suave y más flexibilidad y brillo respectivamente.

En una fuente curiosisima –un documento del Senado de Nueva York – se clasifica a las tres sustancias –formaldehído, tolueno y ftalato de dibutilo- como especialmente dañinas.
Se señala que la inhalación del ftalato de dibutilo puede irritar la nariz y la garganta, y puede afectar el sistema nervioso; que el tolueno aparece en varias listas de sustancias químicas conocidas como causantes de cáncer y que la exposición al mismo puede provocar daños en el cerebro, el hígado, la médula ósea y los riñones.

El formaldehído ha sido clasificado como un probable carcinógeno humano por la Agencia de Protección Medioambiental (EPA) de Estados Unidos.
El mismo documento, de mayo de 2009, señala que la Unión Europea ha prohibido la inclusión de estas sustancias en los esmaltes de uñas y solicita una ley similar para el estado de Nueva York.
Por supuesto, ha habido voces –sobre todo de los fabricantes- que denuncian una campaña de difamación informativa en contra de las tres sustancias, y que argumentan que la exposición a pequeñas dosis no es dañina para salud.
¿Qué hacer? Bueno, si hay opciones que no contienen estos productos, ¿para qué arriesgarse? Marcas como Sante, Podium, Avon y Yves Rocher, prometen esmaltes de uñas sin formaldehído, tolueno o colofonia.
Y como último recursos, un método que mi abuela puso en práctica toda su vida: pelar ajos.
Doy fe de que las uñas se endurecen –me mantengo al margen en lo referente al olor- y, además, las ventajas prácticas de tener diez dientes de ajo pelados a la hora de cocinar son invalorables.
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