Un equipo del Instituto Carnegie de Washington, en Palo Alto, California, calculó la cantidad de gases de efecto invernadero que se habrían emitido durante el último medio siglo si la llamada revolución verde no hubiera sucedido.
Los resultados que ha obtenido sin duda levantarán más de una ampolla: la agricultura intensiva, sugiere, ha ralentizado el calentamiento global de forma importante.
En general, la intensificación de la agricultura ayudó a mantener el equivalente a 600 millones de toneladas de CO2 fuera de la atmósfera, lo que corresponde a aproximadamente un tercio de todas las emisiones humanas de gases de invernadero entre 1850 y 2005.
Esas emisiones fueron evitadas, según cita New Scientist, debido a que, durante la revolución verde, aumentaron los rendimientos de los cultivos a través, entre otras vías, de una extención en el uso de los plaguicidas y fertilizantes.
De acuerdo con el estudio, la mayor producción de cada cultivo hizo posible producir más alimentos sin que fuese necesario extender el área de tierra cultivada, lo que habría implicado la deforestación de bosques.
El director del estudio, Steven Davis, señala que si bien es cierto que las emisiones procedentes de la fabricación de fertilizantes han crecido como resultado de la revolución verde, sus cálculos muestran que éstas y otras emisiones directas de la agricultura son compensadas por las emisiones indirectas que son evitadas al no tener que deforestar o sembrar mas tierras.
Se llama revolución verde a un periodo –ubicado frecuentemente entre 1940 y 1970- en el que se produjo un notable incremento de la producción de alimentos gracias a la introducción de variedades de granos altamente productivas, semillas híbridas, y a la extensión del uso de pesticidas y fertilizantes sintéticos.
El término fue acuñado por William Gaud, director en 1968 de la Agencia para el Desarrollo Internacional de Estados Unidos.
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