Ojalá esto no sea el inicio de una cuenta atrás que acabe con todos.
Poco más de medio año ha durado intacto el grupo de rinocerontes negros trasladados el pasado mayo desde Sudáfrica hasta Tanzania, dentro de un plan que los reinsertaba en su hábitat natural.
Esta es la crónica negra de un sueño hecho pesadilla: los cazadores furtivos ya se han cargado al primero de los repatriados en el parque Serengeti de Tanzania.
Es de cajón que los cazadores no respetan la vida, sean o no ilegales.
Pero la cosa cobra tintes más dramáticos, si cabe, cuando manchan de sangre una bonita historia de reubicación en el hábitat natural, como en esta ocasión.
Ocurrió que el rinoceronte en cuestión fue asesinado apenas siete meses después de su llegada, a pesar de llevar un chip electrónico y estar protegido por guardabosques de élite especialmente entrenados.
Los rinocerontes trasladados a esta reserva africana eran crías de siete animales que fueron llevados en la década de los sesenta desde este mismo parque a Sudáfrica, donde todavía quedan 27 rinocerontes a la espera de ser devueltos a su país natal durante los próximos dos años, dentro del proyecto Serengeti Rhino Repatriación.
La inatividad del aparato de seguimiento especial montado en el rinoceronte muerto alertó a los guardabosques.
Pronto encontraron el motivo de esta anomalía: el rinoceronte estaba muerto, postrado en el suelo, con el cuerno cortado.
Sin duda, había sido víctima de los cazadores furtivos.
Los cuernos de los rinocerontes son muy codiciados en la medicina tradicional asiática, y por lo visto nada detiene a los cazadores furtivos a la hora de conseguirlos.
Aunque los expertos en conservación esperaban que el refuerzo de la protección sería suficientemente eficaz, no ha sido así, quizás porque Tanzania y Kenia han sufrido en los últimos años un aumento de la caza furtiva, especialmente de elefantes y rinocerontes, ambas especies en peligro extinción.
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