No lo creáis si os causa mucha culpa, pero la mayoría de los daños que la ropa causa al medio ambiente no se produce cuando se ésta se está fabricando, sino cuando la usamos.
En promedio, una típica prenda se lava más de veinte veces y consume seis veces más energía que la que fue utilizada para su confección.
Una camiseta, por ejemplo, si se lava a 60 grados centígrados, se seca en la secadora y se plancha, estará liberando unos 4 kilos de CO² (el equivalente a volar durante 17 millas).
Si se renunciáramos al secado rápido y a las planchas, reduciríamos las emisiones de carbono y el consumo de energía de la ropa a la mitad.
Tender la ropa tan pronto como sale de la lavadora minimiza las arrugas.
El lavado de ropa en máquina a una temperatura normal reduce el consumo de energía: por cada grado centígrado se reduce en 10% el gasto de carburantes.
Por lo tanto, la reducción de la temperatura, la reducción del número de lavados, la renuncia a las secadoras y al planchado será una gran ayuda medioambiental, por no mencionar que hará que la prenda dure más tiempo en buen estado.
Lavarla menos importa, pero también importa con qué lavarla.
Los fabricantes no están obligados a dar demasiada información acerca de la composición de sus productos.
Básicamente, el jabón en polvo contiene tensioactivos, lejía y enzimas.
Los tensioactivos son los verdaderos limpiadores; el peróxido de cloro sirve para eliminar manchas como el café y las enzimas digieren las manchas.
También puede haber un montón de otros componentes tales como blanqueadores sintéticos para hacer más blancos los blancos.
No es sorprendente que la industria de detergentes sostenga que no hay nada de malo en los productos químicos que utiliza y tampoco es sorprendente que los greenies más fanáticos sean enemigos que de estos productos.
En general, buena parte de los que es liberado por las lavadoras en el sistema de alcantarillado termina eficientemente procesado en plantas de tratamiento.
Sin embargo, alrededor de una cuarta parte de todos los detergentes vendidos en Europa contienen fosfatos y alrededor de una cuarta parte de los fosfatos que se encuentran en los cursos de agua natural provienen de las lavanderías (el resto proviene de la agricultura).
La consecuencia de esto es la eutrofización, es decir el crecimiento desmedido de malas hierbas y algas de agua que ahogan la vida acuática.
Vía