Estos animales están en peligro de extensión, no se extinción, podríamos bromear.
Aunque, tratándose se zorros y de ingleses, más vale no jugar, todo sea que vuelvan a echarles los perros.
Ahora sí, seriamente, vengo aquí a hablar de la cada vez más habitual presencia del zorro en las ciudades británicas.
Los zorros urbanos son muchos, y muy descarados.
Según un estudio de la Royal Society for the Protection of Birds, han sido vistos en más de un tercio de los jardines del país, lugares que visita por lo menos una vez al mes.
Pero, incluso si no se les ve, dejan una huella difícil de olvidar: sus detractores se quejan de que escarban en las basuras y destrozan alguna que otra planta.
También son visitantes habituales en un 26 por ciento de los jardines suburbanos y el 24 por ciento de los jardines rurales.
No en vano, su población ha crecido durante los últimos setenta años: de ser prácticamente inexistente, a haber más de 34.
000.
En las ciudades, se han convertido en los mamíferos silvestres más cercanos a los entornos domésticos, aunque también comparten calles y jardines públicos y privados con simpáticos erizos, topos y corzos, fundamentalmente.
Los amantes del zorro los cuidan y alimentan, pero el grueso de la especie sobrevive gracias al fácil acceso a los contenedores, a pesar de que la sarna y los atropellos acaban con muchos de ellos.
Eso sí, cuidadín con dejarse las ventanas abiertas: si entran en casa pueden lamentarse desgracias, como la ocurrida a principios de este año: aunque no suelen atacar a las personas, dos bebés gemelos fueron heridos tras saltar una zorra sobre su cuna, en una casa al este de Londres.
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