Esta mañana un gorrión se paró en una maceta de mi balcón.
Estuvo unos cinco minutos curioseando la planta de toronjil y se marchó, dejándome delante de las vulgares palomas que se paran a diario en la cornisa y dejan la acera perdida de excrementos.
Mientras el Instituto Catalán de Ornitología advierte que la población de jilgueros, verderones y pardillos –todas aves cantores- desciende a un ritmo anual de más de 2%, yo me propongo la complicada tarea de atraer aves a un balcón del centro de Barcelona.
Por la guía Aves de Barcelona publicada por el Ajuntament de Barcelona sé que las especies más frecuentes alrededor de los edificios de la ciudad son el vencejo, la golondrina común, el cernícalo, el halcón peregrino, el gorrión, la grajilla, el mochuelo, la gaviota patiamarilla y, por supuesto, la paloma.
Siendo realista, de entre todas ellas espero atraer gorriones y, cuando llegue el verano, golondrinas.
A las palomas tendré que espantarlas a paraguazos.
Lo esencial para atraer aves al balcón o jardín (éstos últimos tienen, por supuesto, más atractivo) es ofrecerles alimento.
De acuerdo con The Telegraph, dos estudios en Inglaterra hallaron que las aves comían más cuando los comederos estaban cerca de algo que los cubriese, como un seto.
Al parecer, los gorriones prefieren comederos cercanos a las casas y un poco escondidos.
En un balcón no hay muchas opciones así que mi comedero estará entre las ramas de un jazmín.
Había pensado poner en el comedero semillas de girasol.
Para mi sorpresa, a muchas aves prefieren las semillas de trigo, entre ellas los gorriones.
También pensé que sería necesario poner pegatinas o algún tipo de señal en las puertas de cristal que dan al balcón, para prevenir choques, pero resulta que son poco efectivas.
Los vidrios tintados y las cortinas blancas evitan mejor el choque de aves contra ventanas.
Por desgracia, todavía no he resuelto cómo mantener a las omnipresentes palomas lejos del comedero.
Habrá que cruzar los dedos.
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