Vladimir Putin, primer ministro ruso, ha liberado a dos leopardos en una zona del Cáucaso.
“Será para cazarlos después”, pensé yo, pero según Reuters la intención de este político, que gusta de ser retratado a pecho descubierto en los parajes siberianos, es revivir el tiempo en el que estos felinos vivían en el Cáucaso y suavizar así un poco las preocupaciones medioambientales con vistas a los juegos olímpicos de invierno que se realizarán en Sochi en 2014.
Los leopardos desaparecieron del Cáucaso en 1920 debido, a qué si no, a la caza excesiva y sin contemplaciones.
El presidente de Turkmenistán, Kurbanguly Berdymukhamedov, ha enviado a Sochi dos leopardos machos atrapados en su país.
Las hembras llegarán después.
El problema es que los animales están llegando a un hábitat plagado de construcciones para la gran cita deportiva.
Los más críticos dicen que estos enormes proyectos de construcción causarán daños en el medio ambiente.
Por no mencionar que implican una inversión de miles de millones de euros en un momento de crisis económica global y que probablemente no estén listos a tiempo.
A Putin tanto le dará.
Él es un hombre de la naturaleza, que cabalga semi desnudo por la estepa y salva a los tigres en las tierras más orientales de Rusia.
Así lo fotografiaron los periodistas el sábado, mirando fijamente a uno de los leopardos, como intentando convencerlo telepáticamente de que abandonase la jaula en la que había viajado y se internara en el parque.
Leo que, finalmente, el felino le devolvió la mirada y salió de la jaula, mientras Putin se jactaba de haberse entendido con el animal a través de un lenguaje que tienen en común.
El plan es que los leopardos se muevan gradualmente hacia una zona del parque que está vallada, antes de que se les deje definitivamente en el medio salvaje.
Los deseos: que dentro de seis años haya hasta 50 leopardos viviendo en Sochi.
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