Los mares son como una gigantesca aspiradora de gases invernadero.
Según un nuevo informe elaborado por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) difundido en la reunión climática de Copenhagen, los océanos del mundo absorben una cuarta parte del CO2 de la atmósfera, y esto acidifica el agua, provocando graves problemas que las negociaciones sobre el clima no deben olvidar.
Un agua más ácida supone un alto costo ecológico para todas las especies marinas.
Si sigues este blog, sabras de sobra la que se avecina: conchas de los moluscos debilitadas, contaminación acústica -el sonido viaja mejor en agua saturada de carbono-, el fin de los arrecifes de coral… Eso sin hablar de las pérdidas que supondrá para muchas economías, sobre todo para las pequeñas islas que viven del turismo.
Un panorama de lo más desalentador, sobre todo si consideramos que la acidificación va al galope, y ya es la mayor desde hace 55 millones de años: los mares del mundo ya son un tercio más ácidos de lo que eran a principios de la Revolución Industrial, en el siglo XIX.
“Es un fenómeno global grave, en primer lugar en las regiones polares, pero también afectará a las regiones más cálidas”, advierte Carol Turley, del Laboratorio de Oceanografía Plymouth.
¿Solución? Reducir las emisiones de dióxido de carbono, y mantenerlas concentraciones en la atmósfera por debajo de 450 partes por millón para evitar todos estos problemas a los océanos.
Y una segunda pregunta: ¿Qué pasa con el dióxido de carbono que ya ha sido absorbido por las aguas? Permanecerá en ellas durante decenas de miles de años, hasta ser absorbido por la química de los océanos y los sedimentos.
Con estas cifras se entiende muy bien que los científicos adviertan, como Carol Turley, que “esto no es un problema a corto plazo“.
Vía
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