En la alfombra roja de los Golden Globes, Livia Firth vistió un traje de Giorgio Armani confeccionado con botellas de plástico recicladas.
Es la primera vez que el modisto italiano, paradigma de los tejidos lujosos, diseña un vestido con materiales reciclados.
Lo ha hecho especialmente para la ocasión y, sobre todo, especialmente para la esposa de Colin Firth.
Livia, cuyo apellido es Giuggioli, creó hace tres años el Green Carpet Challenge, proyecto que consiste básicamente en retar a diseñadores y casas de moda de renombre –Armani, Alberta Ferretti, Tom Ford y Gucci entre ellos- a crear vestidos fabricados con materiales reciclados, tomados de trajes antiguos u obtenidos a través de métodos éticos y responsables, social y medioambientalmente.
El origen de la materia prima tiene especial importancia.
Como se explicó en el comunicado de prensa del proyecto:Cada diseñador creará un diseño original para ser usado en las alfombras rojas más glamorosas del mundo a partir de los Globos de Oro el 15 de enero.
Todas las piezas se ajustan a los criterios del CCG, una serie de principios ambientales y sociales que definen el estilo sostenible.
El vestido diseñado por Armani está hecho con fibra NewLife, un proyecto desarrollado por la empresa Filature Miroglio en el norte de Italia que, según explica la cofundadora del proyecto, Lucy Siegle, tiene una cadena de suministros horizontal a través de un sistema de alianzas certificadas, todos ellas en Italia.
El hilo que resulta en el proceso, y con el que se fabrica la tela, está totalmente derivado de botellas de plástico obtenidas de los contenedores de reciclaje en el norte de Italia.
Dado que el polímero se tiñe en la fase de hilado, es evitado el gasto de agua que se produce durante el proceso tradicional de teñido.
Gioggioli también fundó la tienda Eco Age, una tienda para “consumidores curiosos”, interesados en el impacto de lo que compran, hacen y comen.
En la tienda online, he visto un cárdigan de cachemira fabricado por artesanos en Bérgamo, Italia, cuyo precio es de 620 libras esterlinas, unos 740 euros.
Al parecer, es una prenda de esas que entran en la curiosa calificación “de estar por casa”, para vestir mientras se lava los platos o se tiende la ropa.
O mientras se bebe un té caliente frente a la chimenea, que es lo que hace la gente que tiene 740 euros para invertir en un cárdigan.
¿Cuesta lo que debe costar para que todos los involucrados en la cadena de producción –quien obtiene el tejido, quien teje el cárdigan, quien lo vende y quien lo compra- obtengan un trato justo? No lo sé.
Pero sí sospecho que, si podemos comprar una camiseta por apenas 5 euros, y la cadena de tiendas que la vende definitivamente no está perdiendo dinero, alguien está saliendo muy perjudicado en esa ecuación.
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