El recinto de los monos ardilla (Saimiri oerstedi) del zoo alemán de Osnabrück anda revolucionado con sus 4 nuevos habitantes, unos monitos nacidos entre los meses de abril y julio pasados que no dejan de juguetear, haciendo las delicias de los visitantes.
Las primeras semanas después del nacimiento todavía se aferraban a la piel de la madre, según cuentan sus cuidadores, pero con el tiempo “se han vuelto más aventureros”, y ahora usan a todas las hembras para pasearse agarrados a ellas.
Es tal el trasiego, que los cuidadores del zoo tienen “verdaderas dificultades en saber quién pertenece a quién”.
Incluso, y esto es inusual entre los monos ardilla, el padre de todos ellos, llamado Maska, de vez en cuando lleva de paseo a alguno de los pequeños.
Por cierto, la llegada de Maska desde el zoo de Wittenberg ha sido la clave para lograr este éxito reproductivo, pues 4 de cada 6 hembras ha tenido un cachorro.
Y hacía muchos años que en el zoo no conseguían la reproducción de esta especie.
En el zoológico no están acostumbrados a la frenética actividad que despliegan estos bebés macaco.
Cuentan que los cachorros de más edad son más audaces durante las horas centrales del día, momento en el que juegan a perseguirse.
Cuando se cansan, comparten juegos de pelota con los que nacieron más tarde.
Y posteriormente, cuando pequeños y más pequeños están completamente agotados, suben a lomos de los adultos para dar entretenidos paseos.
Lo cierto es que noticias como ésta nunca ocupan portadas, y difícilmente se les dedica ni siquiera un breve.
Sin embargo, a esta humilde blogger son las que más le conmueven, quizás también por su sabor agridulce.
¿Sabor agridulce la noticia de unos simpáticos monitos que van arriba y abajo, subidos a sus congéneres? La clave es su falta de libertad, de un hábitat natural.
Que conste que no quiero ser tremendista, pero la situación de estos cachorros me recuerdan la novela Flores en el ático, de V.
C.
Andrews, que narra la terrible experiencia vivida por cuatro niños que crecen aislados del mundo.
¿Y la parte dulce? Evidentemente, aunque sea en cautiverio, el feliz nacimiento de nuevos ejemplares de este animal en peligro de extinción significa todo un motivo para la esperanza.
¿A quién no le encandilan unos monitos juguetones y risueños que despiertan a la vida?Vía
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