Este fin de semana la antropóloga estadounidense Barbara J.
King publicó la reseña de un libro sobre ecología en el diario The Washington Post: Heatstroke (golpe de calor), de Anthony D.
Barnosky.
Libro en el que, palabras de King, un ecologista argumenta que necesitamos repensar la conservación del ecosistema en la era del calentamiento global, porque no podemos seguir enfocándonos en salvarlo.
King dice:A Barnosky le gustan los ecosistemas tanto como a cualquier científico, pero en Heatstroke: Nature in an Age of Global Warming argumenta brillantemente que la biología de la conservación ya no puede enfocarse en salvarlos.
La razón es simple: gracias al calentamiento global, el ecosistema que intentamos salvar hoy tendrá un clima diferente mañana.
Esto significa que muchas especies enfrentarán la extinción -o al menos, como sostiene King, serias pérdidas de diversidad genética- incluso si la tierra a su alrededor es protegida de las motosierras y las excavadoras.
Así que mientras seguimos pensando en salvar a los gorilas o al lince ibérico, Barnosky nos sugiere que deberíamos pensar en salvar el ecosistema.
Los datos que sustentan la proposición de Barnosky, según comenta King, son bastante curiosos.
Por ejemplo, el calentamiento ha matado a grandes herbívoros como el antílope en Sur África.
En el parque Yellowstone de Estados Unidos, el pino whitebark está en decline, afectando la posblación de animales.
En Estados Unidos, para las plantas vivir en el norteño estado de Maryland hoy es como vivir en el sureño estado de Virginia en 1970.
Para King, la idea más innovadora del libro de Barnosky es la propuesta para las reservas de naturaleza salvaje: más que las comunidades estables, lo que debe ser protegido son las interacciones ecológicas, pues a raíz del calentamiento climático las reservas naturales no tendrán las mismas especies que ahora, pero al menos la inmersión en un medio salvaje aún será posible.
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