Es la ley de las compensaciones: el pepino de mar fue dotado por la naturaleza de una fealdad tal que, a cambio, ésta lo dotó también de la costumbre de alimentarse de detritos, es decir, de materia orgánica en descomposición.
Pues menuda compensación, diréis vosotros.
Pues sí que lo es: debemos agradecer al pepino de mar tener la indecorosa manía de comer vegetales y animales podridos, pues así contribuye a la limpieza del suelo marino.
También podría el pepino de mar estar orgulloso de tener un sabor tan particular, que en Cataluña, las Islas Baleares y Valencia, es considerado un manjar.
Igual aprecio gastronómico sienten por él en China y Japón.
Pero claro, tomando en cuenta que ese sabor es su sentencia de muerte, seguramente esté el pepino más mosqueado que halagado.
Y hay malas noticias para los holoturoideos, en especial para la especie Holothuria forskali, que vive en las aguas que rodean a las Islas Británicas.
Matt Slater, especialista en pepinos de mar en la Universidad de Newcastle, Inglaterra, pondrá en marcha este año un proyecto de cría comercial de esta especie, con el objetivo de venderla al mercado chino.
Slater ha dicho al diario inglés The Independent que los pepinos se criarían en el suelo marino bajo las piscifactorías, dando así al proyecto implicaciones tanto económicas como medioambientales:Al criar pepinos de mar cada vez mayor con los residuos de las granjas piscícolas no sólo estamos cultivando un producto que es un valioso alimento y dando a las poblaciones silvestres de pepino de mar la oportunidad de recuperarse, sino que también estamos desarrollando soluciones a los impactos de la acuicultura.
Vía
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