Qué hacer con la ropa que ya no usamos es un asunto que ha sido abordado con frecuencia en este blog.
La crisis financiera que nos azota desde hace años ha generado mayor interés en este tema, ya no sólo por las implicaciones medioambientales que conlleva desechar la ropa cuya confección ha consumido tantos recursos, sino también por la connotación económica y social que tiene desechar un bien que puede seguir siendo aprovechado, como establece la regla de las 3R.
La ropa en buen estado puede ser donada a organizaciones o instituciones que se encargan de hacerla llegar a quienes la necesitan.
Generalmente, las iglesias, los centros cívicos y algunas ONGs llevan a cabo esta labor.
En Cataluña, por ejemplo, los contenedores color naranja de la cooperativa Roba Amiga son ya una referencia.
Si la ropa está muy desgastada o rota, las opciones para salvar lo salvable no se limitan a hacer trapos para la cocina.
Como ya os contamos, estas piezas son la materia prima ideal para hacer una colcha de retazos.
Tanto el patchwork como el quilting se han convertido en actividades muy populares en Europa y Estados Unidos, siendo este último su país de origen.
El primero es un tipo de labor que implica el coser juntas trozos de tela para crear un diseño más grande.
El segundo consiste en la elaboración de un tipo de colcha muy tradicional en Estados Unidos, llamada quilt, compuesta normalmente por dos capas de tejido entre las cuales se cose un relleno.
Algunos quilts son tan elaborados que, en Estados Unidos, se convierten en piezas de exhibición.
Como también sucede con algunas alfombras ovaladas, todo un clásico entre las alfombras, elaboradas con tiras de tela que se entrelazan.
Fotografía