Investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts, el célebre MIT, advierten a la industria de la aviación que cuando se toma en cuenta el origen de un biocombustible –por ejemplo, si uno hecho a partir de aceite de palma proviene de una plantación para la que se ha deforestado selva virgen-, las opciones fósiles pueden ser algunas veces más ecológicas.
Como plantea James Hileman, ingeniero director del estudio en cuestión, que un biocombustible sea más o menos emisores de CO2 depende de cómo haya sido producido y procesado.
Los resultados del estudio, en el que han participado los estudiantes de postgrado Russell Stratton y Hsin Min Wong, han sido publicados en la revista arbitrada Environmental Science and Technology.
Para obtenerlos, Hileman y sus colaboradores analizaron el ciclo de vida de 14 fuentes de combustibles, entre ellas combustible de avión de petróleo y los biocombustibles llamados drop-in, aquellos que pueden reemplazar directamente a los combustibles fósiles sin que sea necesario hacer cambios en los vehículos.
Hallaron que el cambio en ciertos parámetros clave puede alterar la emisión total de gases de efecto invernadero de un biocombustible dado.
Específicamente, como detalla Science Daily, las emisiones variaron ampliamente dependiendo del tipo de tierra usada para cultivar la materia prima de los biocombustibles, entre ellas la soja, la palma y la colza.
En el caso de los biocombustibles derivados del aceite de palma, estos emitieron 55 veces más dióxido de carbono si la palma provenía de una plantación ubicada en un trozo de selva deforestada, en comparación con la que provenía de un área que ya estaba dedicada a la agricultura.
En general, dependiendo del tipo de tierra usada, los biocombustibles emitieron diez veces más CO2 que los combustibles convencionales.
Así, señala Hileman, el problema de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en la industria de la aviación no es tanto la tecnología para producir los biocombustibles, algo que empresas como Choren y Rentech ya han logrado a pequeña escala.
El problema está en ubicar grandes extensiones de tierra para el cultivo de biomasa de una forma sostenible.
Por ejemplo, explorar cultivos como el del alga y la salicornia, los cuales no requieren tierra fértil deforestada para crecer y tampoco agua dulce.
Tierra y agua, dos de los recursos más valiosos y en los que el desarrollo de combustibles menos contaminantes entra en contradicción.
No sólo por la potencial deforestación de grandes parches de tierra para sembrar materia prima para estos combustibles, sino también por la sustitución de tierra, antes dedicada al cultivo de alimentos.
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