Koyu Abe y los monjes budistas bajo su tutela en el tempo de Joenji de Shinjuku, en Japón, han comenzado a plantar girasoles, mostaza de campo, amaranto y cresta de gallo, plantas que se cree absorben la radiación.
De acuerdo con Reuters, hasta ahora han cultivado al menos 200 mil flores en el templo y han distribuido un número aún mayor de semillas entre los agobiados japoneses que buscan un paliativo a la radiación.
Por lo menos ocho millones de girasoles que ahora florecen en Fukushima, epicentro del accidente nuclear provocado por el tsunami del 11 de marzo, nacieron en Joenji, cuenta Abe.
Creciendo en los lugares más inusuales de las zonas más afectadas por la radiación, los girasoles no sólo probablemente estén absorbiendo la radiación sino que también están alegrando la vista de quienes lo han pasado tan mal estos últimos meses.
Es una necesaria y útil estrategia de distracción de las duras tareas de reconstrucción que están lejos de acabar, y de la constante amenaza de los residuos tóxicos.
La agencia de noticias informa que las personas que acuden al templo en busca de flores, cada vez en mayor número, han comenzado a llevar consigo kilos del suelo de sus jardines, probablemente contaminado.
Los monjes han optado por almacenarlo en los vastos terrenos del templo.
Después del accidente nuclear de Chernobyl, en 1986, miles de girasoles fueron sembrados cerca de los estanques contaminados para extraer el cesio radiactivo.
Los científicos japoneses también están llevando a cabo pruebas para demostrar su utilidad, pero Abe ha decidido no esperar.
Aunque no resulten útiles en la absorción de la radiación, sí que lo están siendo para subir la moral de la población.
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