Me puedo imaginar la situación: los habitantes de la villa de Suslovo, en el sur de Siberia, atónitos ante una bandada de pelícanos africanos exhaustos, vagando por su pueblo.
Qué decir de los propios pelícanos, totalmente desorientados, quizá buscando la costa africana a la que deberían haber llegado.
Esto ha sucedido y la culpa la tiene el calor.
Rusia está viviendo un noviembre anormalmente cálido.
En la provincia de Altai Krai, en el sur de Siberia, la temperatura media ha sido de cinco grados Celsius, frío, pero ni de cerca todo lo frío que tendría que ser en otoño.
Los pelícanos, que volaban de vuelta a África desde la República de Kazajstán, han debido equivocar la ruta siguiendo la suave temperatura.
Según Reuters, los residentes del pueblo lograron capturar a cuatro de las siete aves que aterrizaron en el lugar, que han sido trasladadas a un zoológico en la capital regional de Barnaul, en donde pasarán el invierno.
Las tres restantes se dieron a la fuga.
Se ha preparado un aviario con calefacción y en primavera se construirá un estanque.
Los pelícanos tienen un año de edad.
Sus plumas, todavía grises, se volverán rosadas cuando alcancen la madurez.
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