Inventar, lo que se dice inventar, este niño no ha inventado nada.
Más bien, el pequeño ha hecho uso del menos común de los sentidos, eso que llamamos el sentido común.
A Mason Pérez, de 9 años de edad, se le ocurrió una ingeniosa manera de ahorrar agua en su ciudad natal de Reno, Nevada, reduciendo la presión en lavabos y duchas.
Lo bueno es que la idea del chavalín ha cundido en su municipio, y lo que empezó aplicándose en un estadio de béisbol podría acabar en un plan de ahorro de agua para la ciudad entera.
¿Pero, cómo empezó todo? Mason sintió que los grifos del estadio de béisbol local arrojaban agua con tal fuerza como para herir sus manos.
Fue entonces cuando el chico pensó en reducir esta innecesaria presión como un método fácil para ahorrar recursos hídricos.
Ni corto ni perezoso, se agenció un cronómetro y midió en su casa los distintos tiempos que tardaba el agua en caer en un cubo con las válvulas abiertas o cerradas.
Contento con el resultado, repitió la prueba en casa de su abuela y de un amigo, logrando del 4 al 23 por ciento de ahorro.
Con las cuentas hechas, el pequeño se presentó delante del administrador del estadio y lo convenció para bajar la presión del agua.
Incluso ahora los administradores del agua urbana están estudiando reducir su presión para evitar el despilfarro.
Lo cierto es que Mason Pérez puede estar muy orgulloso por ello.
Sin embargo, por loable que sea, la idea de este niño no es nueva.
Es un hecho conocido que disminuir la fuerza del agua ahorra una buena cantidad de agua.
De hecho, existen unos aparatitos llamados válvulas reductoras de presión de agua y, de hacerlo, Reno no sería la primera ciudad en aplicar un plan en este sentido.
Ejemplos hay varios en Estados Unidos: Olympia, en Washington, o Ausin en Texas, subvencionan buena parte del precio de estas válvulas a los ciudadanos que decidan instalarlas.
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