El año 2009 ha empezado con la asunción de la Presidencia rotatoria de la Unión Europea por parte de República Checa, que toma el relevo tras los seis meses de Francia.
En el horizonte, destaca la importantísima cita de diciembre próximo en Copenhagen, Dinamarca, donde hay que llegar a un acuerdo a nivel mundial que sustituya al Protocolo de Kioto (cuya vigencia acaba en 2012) para la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.
Los más pesimistas aseguran que la Presidencia Checa es euroescéptica, y que, además, niega el cambio climático, con lo que las perspectivas de ir avanzando en la consolidación de una postura unitaria europea de cara a Copenhagen serían escasas.
Por lo menos hasta dentro de seis meses, cuando Suecia se convierta en el nuevo timonel de la Unión.
Veamos ahora qué hay de verdad en estos temores.
Primero, las noticias malas: es cierto que el Presidente de la República Checa, Václav Klaus, es euroescéptico y negacionista del cambio climático.
A modo de ejemplo, durante la presentación en Madrid el pasado octubre de su libro “Planeta Azul (no verde)” en la Fundación FAES (presidida por José María Aznar, que se lució en la presentación, ver este video), soltó las siguientes perlas: que “la libertad está en peligro, y el clima está bien”, que la lucha contra el calentamiento global es “algo irracional” que se basa en un “dogma engañoso”, que “el calentamiento ni es global, ni es grande, ni es algo sin precedentes”, que “todos esos ecologistas radicales que quieren imponernos reglas sobre cómo vivir nuestras vidas y hasta lo que debemos comer” pero que, por suerte, “la libertad humana, la innovación y el mercado serán suficientes para preservar nuestra prosperidad”… Sí, para ponerse a temblar.
Ahora, las noticias buenas: a pesar de algo de confusión al respecto, la Presidencia de la Unión Europea será asumida por el Primer Ministro checo, el señor Mirek Topolánek, de perfil diferente al de Klaus, por suerte.
Entre las prioridades de su mandato hay la política energética, sobre la que expresa su voluntad de llegar a “un equilibrio entre las demandas medioambientales y la preservación de la competitividad y de la seguridad energética en Europa”.
Asimismo, asegura que es “crucial para el futuro y seguridad de la Unión Europea el tener una política energética común y actuar unitariamente al negociar los suministros de energía”.
Analizando este lenguaje tan politiquero adivino, por un lado, veladas menciones a Copenhagen, y por otro, las rencillas de cada invierno entre los países del Este y Rusia por sus suministros de gas.
Dejo a cada cual decidir cómo ve el vaso, medio lleno, o medio vacío…Vía
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