Categorías: Medio ambiente
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22 marzo, 2020 2:21 am

Razones contra los supermercados y nuestro modelo alimentario

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Recojo en este post un interesantísimo artículo de Esther Vivas, del Centro de Estudios sobre Movimientos Sociales (CEMS) de la Universitat Pompeu Fabra, acerca de nuestro modelo alimentario, que básicamente está dominado por grandes cadenas de supermercados e hipermercados.
Ya abundamos en este blog acerca de la dudosa calidad de lo que comemos, y también de las alternativas como las cooperativas de consumo y la comida biológica.

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Pero he aquí razones y argumentos para sostener una crítica sólida a los supermercados.
Aquello que no vemos, “La cara oculta de los supermercados“.
Empecemos por lo que sí vemos: la distribución comercial de alimentos por parte de hípers y súpers se ha impuesto en nuestro país con un crecimiento espectacular, favoreciendo la concentración industrial.

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Hoy este tipo de empresas son multinacionales poderosísimas y actores clave en la globalización económica.
Mientras los míticos ultramarinos de toda la vida desaparecen, y los mercados tradicionales pasan sus apuros para no seguir el mismo camino, las grandes corporaciones del sector alimentario son los que realmente deciden qué comemos.

Y lo deciden siguiendo parámetros de rentabilidad, olvídense de la calidad.
Así, han entrado en nuestra dieta todo tipo de aditivos, colorantes y conservantes además de alimentos modificados genéticamente, con consecuencias para la salud como alergias, obesidad, colesterol, hipertensión y otros desequilibrios alimentarios.
¿Quién paga la cuenta por todo ello? Sí, la sanidad pública.
Otro problema grave de sostenibilidad es el del transporte.
Carne de Brasil, fruta de Nueva Zelanda, tomates de Holanda… gran parte de lo que llega a nuestra mesa ha viajado entre 2.
500 y 4.
000 kilómetros.
Pero vamos a ver, ¿no es posible encontrar carne de calidad en nuestra provincia? ¿Ni fruta? ¿Ni hortalizas? Para ilustrar lo insostenible y absurdo de la situación, nos sirve el ejemplo de una lechuga que se produce en Almería pero que se vende en Holanda: ¡se consume el triple de energía en el transporte que durante el cultivo de la lechuga! Más consecuencias negativas: el abandono del cultivo de variedades propias en favor de aquéllas que resultan más apropiadas (rentables) para la gran distribución.
¿Saben por cuánto acaba multiplicándose el precio de un alimento en origen al pasar nosotros por caja en el súper? ¡Por 11! Según el sindicato agrario COAG, la diferencia media entre precio en origen y el que nosotros pagamos es del 390%.
¿Quién se enriquece por en medio? La gran distribución, obviamente, que se embolsa más del 60% del beneficio.
Veamos cómo se reparten el pastel.
En España, entre solamente 5 grandes cadenas de supermercados y las 2 principales centrales de compra mayorista, controlan el 75% de toda la distribución de alimentos.
¿Nada mal, eh? Igual sucede en toda Europa: el 91% del pastel sueco se lo dividen entre 3 empresas y el 63% del danés entre otras tres, por poner un par de ejemplos.
Muy interesante la reflexión de Ester Vivas acerca de la “teoría del embudo”, que es la tendencia que se está imponiendo en cuanto al modelo alimentario.
En el lado estrecho del embudo, los campesinos (3 millones en Europa).
En la ancha boca del mismo, los consumidores (160 millones en Europa).
En medio, sólo 110 cadenas de supermercados y centrales de mayoristas controlan lo que pasa por el embudo… Tienen mucho poder, y lo usan para controlar qué, cómo y por cuánto produce el campesino, bajo qué condiciones trabajan sus enormes plantillas, y qué, cómo, y por cuánto compramos nosotros, los consumidores.
A falta de decisión política para acometer unos cambios de modelo productivo y de consumo que nos parecen indispensables, repetimos: la alternativa ahora mismo más firme son las cooperativas de consumo.
Organizándonos en nuestro pueblo o barrio y contactando directamente con el agricultor o ganadero, nos aseguramos que a éstos se les pague justamente su trabajo, que lo que comemos es de calidad y de temporada, que nos llevamos a la boca productos locales y que por tanto no han viajado miles de kilómetros hasta llegar a destino, y que, en definitiva, ayudamos a crear una sociedad más justa, más sostenible, y la única viable, en definitiva.
Vía

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