Según Yuri Luzhkov, alcalde de Moscú, remover la nieve –que ya comienza a caer con fuerza- de las calles de Moscú es simplemente demasiado caro.
Antes que costear ese gasto, el ayuntamiento está considerando un plan para sembrar las nubes con nitrógeno líquido o hielo seco, para que las fuertes nevadas caigan fuera de los límites de la ciudad.
La propuesta, por supuesto, ha despertado animadversión en la región circundante de Moscú, que será la que reciba toda la nieve desplazada desde la capital.
Los científicos del Observatorio Central Aerológico, en cambio, están que no pueden con la emoción y esperan que el plan de siembra de nubes termine por llevarse a cabo.
Tienen experiencia en el asunto, pues se encargan de despejar el cielo de Moscú dos veces al año para asegurar que el sol esté presente en las celebraciones de las fiestas patrias.
El día de la Victoria, por ejemplo, es una celebración sagrada para el jefe de la sección de siembra de nubes del observatorio.
Cuando los veteranos de la Segunda Guerra Mundial salen a la calle para conmemorar la victoria sobre los Alemanes, el observatorio se encarga de que el tiempo sea bueno.
Lo único que hace falta es añadir un saco de cemento en las nubes y desaparecerán.
Parece que los científicos soviéticos aprendieron a dispersar las nubes por casualidad hace 40 años: para identificar un grupo de nubes que estaban observando, dejaron caer sobre ellas pintura azul en polvo.
Pero, en vez de teñirlas, el polvo azul las hizo dispersó.
Rusia no es el único país que ha utilizado esta técnica para asegurar soleados días festivos.
Durante las ceremonias olímpicas, el cielo de Beijing se mantuvo despejado gracias a ella.
Vía
La falta de información y la crítica a la gestión del Gobierno central tras la catástrofe
Aprovechando las características extremas del sitio, un artista local decidió plantar un árbol en medio del mar Muerto para concienciar a los turistas.