La contaminación atmosférica en Beijing alcanzó tal nivel a principios de esta semana, que casi 700 vuelos fueron cancelados debido a la pésima visibilidad.
Edward Wong, corresponsal de The New York Times en la capital china, comenta que largos tramos de autopista fueron cerrados por la misma razón, interrumpiendo el transporte de personas y bienes, y aumentado la indignación de la población, cada vez más acostumbrada a la asfixiante contaminación pero cada vez menos dispuesta a aceptarla.
Es así como muchos periódicos citan hoy mensajes publicados en Weibo, el microblogging más popular de China, sobre la espesa niebla de contaminación que sólo hoy se está despejando de los altos edificios de Beijing.
Un usuario sugiere al gobierno que suministre a los ciudadanos mascarillas con el fin de estimular el consumo interno.
Otro, menos irónico, dice hoy en China, el aire limpio, el agua limpia, los alimentos seguros, la verdad y los corazones bondadosos se han convertido en artículos de lujo (esto último parace una referencia al terrible caso de la niña atropellada por un coche a la que tardaron horas en auxiliar).
A las poco verosímiles explicaciones de las autoridades se ha sumado un elemento curioso: la embajada de Estados Unidos en Beijing tiene su propio monitor de contaminación cuyas mediciones, publicadas en una cuenta de Twitter, contradicen a las del gobierno.
Mientras que el gobierno chino sólo publica datos de medición de contaminantes de 10 micrómetros de tamaño, el monitor de la embajada estadounidense mide partículas de 2,5 micrómetros, mucho más peligrosas pues penetran más fácilmente en los pulmones.
El resultado: el 4 de diciembre, los mensajes de Twitter de la embajada advertían que la ciudad sufría niveles de contaminación tan altos que estaban más allá del índice de medición, mientras que el Centro de Monitoreo Ambiental de China informaba de una ligera contaminación.
El servicio de Twitter está bloqueado en China pero, en un país de restricciones a la libertad, la gente se ha especializado en saltarse esas restricciones, así que los reportes de la Embajada son reproducidos en muchos sitios chinos de acceso permitido.
¿Habría que dar más credibilidad a la medición estadounidense? Pues bien, el diario chino Global Times, que pertenece al Partido Comunista, lo hace.
En un editorial sin firma, señalaba que la nación necesitaba “enfrentar la realidad” de su problema de contaminación, tan grave que es hora de cambiar el enfoque del desarrollo por uno de protección.
Wong recuerda que uno de los célebres cables del Departamento de Estado de Estados Unidos hechos públicos por WikiLeaks se refería al descontento del gobierno chino con respecto a los datos de contaminación transmitidos por la embajada estadounidense: los consideraba casi insultantes y temía que pudieran tener consecuencias sociales.
Pues esas consecuencias se están manifestando.
El periodista cita a Yu Ping, ciudadano chino que ha comenzado una campaña pública para exigir que los funcionarios den datos más exactos sobre la calidad del aire en Beijing.
La salud de millones de niños corre peligro y no sólo al aire libre.
Louisa Lim, corresponsal de NPR en Beijing, pidió a un experto que midiese la calidad del aire en el interior de su piso.
Las conclusiones fueron inquietantes: en su sala de estar, el nivel de partículas finas fue estimado en 208 microgramos de PM2.
5 por metro cúbico, cinco veces superior al nivel considerado seguro por la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos.
Las fotos que ilustran este post fueron tomadas en noviembre y muestran el cielo de Beijing en un día claro y en un día de contaminación elevada.
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