Si tuviésemos que elegir el deporte o competición más cercanos al espíritu ecologista ese no sería, en ningún caso, el motor en cualquiera de sus formas: motociclismo, Fórmula 1, rallies, moto-cross… Entre todos acumulan una buena cantidad de tropelías así como un consumo de recursos prohibitivo (combustible, materiales) que apenas puede ser justificado a través de campañas presuntamente verdes (como My Earth Dream del equipo Honda en 2008) o los tan cacareados avances que terminan redundando a favor de todos los conductores.
Es decir, argumentos tan endebles como pintar de verde sobre algo negro.
Mejor ser francos: Las competiciones citadas son una fuente de ingresos para marcas, organizadores y medios de comunicación.
Es, lo que se denomina en Fórmula 1, el gran circo.
Una caravana que este mismo fin de semana ha acampado como cada año en Brasil y, con él, miles de aficionados dispuesto a animar, disfrutar y consumir.
O, lo que es lo mismo, una gran cantidad de desechos (se calcula que sesenta toneladas) con los que los responsables del circuito de Interlagos –cerca de la populosa Sao Paulo- han querido realizar un gesto puramente simbólico pero que tiene su interés, juzga por ti mismo.
Como paso previo, las jornadas anteriores a la disputa del Gran Premio de Brasil se recogieron y seleccionaron los residuos del propio circuito que mejor servirían para su propósito: las botellas de plástico y las latas de bebida.
Todo ello fue tratado y prensado para dar forma a los cuatro trofeos (para los tres ocupantes del podio y para el representante de la escudería ganadora) realizados a partir de un diseño del arquitecto Óscar Niemeyer, que ya cuenta con ¡ciento dos años! Hasta este punto nada nuevo con respecto al año pasado, cuando Felipe Massa, el ídolo local, se ganó el suyo realizado con materiales reciclados y obra del carioca que diseñó gran parte de la ciudad de Brasilia.
La novedad de este año, por tanto, no ha residido en los materiales ni en el artista sino en los tiempos de acabado.
Me explico: Unas horas antes de que el trofeo se entregara éste aún no había sido fabricado.
Pero todo estaba calculado, entre el jueves –primera jornada de actividad en el circuito- y el sábado se realizó la citada recogida de latas de bebida y botellas de plástico en un guiño a los asistentes a la carrera.
Había donde elegir, los organizadores calculan que ente unas y otras suman más de cuatrocientas mil durante esos días.
Ah, el color azul del trofeo corresponde a los tapones de las botellas.
Así que mientras el australiano Webber, el polaco Kubica y el británico Hamilton se ajustaban sus monos ignífugos (y subían sus pulsaciones) sin sospechar su privilegiada posición final, se daba forma a los trofeos en un proceso que duró poco más de tres horas.
La compañía petroquímica Braskem se encargó de convertir los residuos en un material homogéneo y W/Brasil de darle forma.
Todo ello en las instalaciones del propio circuito en un gesto que no pasa de lo simbólico pero que refuerza la idea de que el reciclaje no encuentra límites.
Sólo queda una pregunta en el aire: ¿Qué esfuerzo energético y coste económico supuso esta acción –llamémosla por su nombre- promocional?Vía
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