No hacen falta muchas explicaciones científicas para suponer que las gaseosas -entiéndase bebida con contenido de saborizante y agua carbonatada- no deben estar entre las bebidas más sanas del mundo.
Mi vecino octogenario dice que cuando él era joven, cierta gaseosa muy popular se vendía como remedio contra el dolor de cabeza en las farmacias.
Y quizá exactamente como remedio debería ser ingerida.
Es decir, sólo una que otra vez.
Puede que me equivoque.
Consta en Wikipedia que John Pemberton creó la Coca Cola con una mezcla de hojas de coca y semillas de cola, es decir, casi una infusión natural.
Pero también dice que en algunos países es endulzada con jarabe de maíz que tiene muy mala fama entre algunos nutricionistas.
De hecho, es una de las razones citadas por Maria Rodale, de Care2, para evitar beber gaseosas.
Rodale cita un estudio según el cual las personas que beben gaseosas dietéticas piensan que están obteniendo energía, pero sus cuerpos se sienten hambrientos y entran en modo de hambre, así que se beben otra gaseosa.
Rodale no da ningún dato sobre el estudio, pero yo tengo mi propia razón para no beber bebidas normalmente etiquetadas como light: el aspartame, endulcorante, que, en mi opinión, deja un regusto amargo muy desagradable.
Qué decir de las gaseosas de máquinas expendedoras.
Recuerdo que un equipo de biólogos de Roanoke, Virginia, Estados Unidos, analizó las poblaciones microbianas de los refrescos y el agua dispensados por 30 máquinas o fuentes en restaurantes y cafeterías.
Resultado: presencia de bacterias coliformes -que crecen en las heces- en casi la mitad de las muestras, además de otros microorganismos patógenos oportunistas.
También se encontraron otros microorganismos patógenos oportunistas aislados de las bebidas, incluidas las especies de Klebsiella, Staphylococcus, Stenotrophomonas, Candida, y Serratia.
La mayoría de las bacterias que están detrás de ellas mostraron resistencia a uno o más de los 11 antibióticos probados.
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