España es un país de fumadores.
Es, de hecho, el país en el que más he visto a la gente fumar mientras camina.
En el resto de Europa y América –no digamos ya Estados Unidos, en donde fumar es casi un delito- existe cierta convención social que establece que fumar andando es de mal gusto.
Pero aquí el cigarro forma parte tan esencial de la vida, que la gente encienden un cigarro mientras camina hacia la panadería, mientras espera en la fila del cine, mientras espera el autobús.
En todos estos casos las colillas, cuando no la mitad del cigarro aún encendido, terminan en las aceras.
La contaminación medioambiental que provocan es mayor de lo que muchos habrían imaginados.
Los filtros de los cigarrillos están hechos de acetato de celulosa, un tipo de plástico que tarda mucho en degradarse en el medio ambiente.
Una colilla de cigarrillo típica puede durar desde 18 meses a 10 años en descomponerse.
Contienen trazos de toxinas como plomo, arsénico y cadmio, sustancias que pueden infiltrarse en el suelo y las aguas subterráneas.
Según datos de Ocean Conservancy, las colillas de los cigarros son la basura más comúnmente hallada en las playas de Estados Unidos.
Estoy segura de que si esta organización hiciera un estudio España, la cantidad de colillas rompería todos los récord.
De acuerdo con las estadisticas de ButtsOut de 2005, 4,3 trillones de colillas de cigarrillos fueron desechadas en el mundo.
La solución más efectiva a este problema sería que los españoles fumasen bastante menos.
La solución más realista sería que los fumadores asumieran la responsabilidad de tirar sus colillas en las papeleras, tal y como se hace –o se debería hacer- con toda basura.
O adoptar la estrategia Brigitte (es el nombre de una amiga mía): meter las colillas en una caja de cerillas.
¿Miramos mal a quien tira un papel en el suelo? Pues también deberíamos mirar mal a quien tira una colilla.
En Estados Unidos ya se ha sugerido gravar a los cigarros con un impuesto extra derivado del costo de limpiar las calles de colillas.
Vía
La falta de información y la crítica a la gestión del Gobierno central tras la catástrofe
Aprovechando las características extremas del sitio, un artista local decidió plantar un árbol en medio del mar Muerto para concienciar a los turistas.