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El derrame del Golfo de México está trayendo más problemas emocionales que físicos entre los residentes

Siguen coleando los efectos negativos de la fuga de crudo padecida en el Golfo de México hace casi un año.
Según una reciente investigación, esta catástrofe medioambiental sin precedentes está dejando más cicatrices emocionales que físicas a los afectados, también entre el personal que realizó labores de limpieza.

Los expertos afirman que es imposible conocer los efectos que la marea negra producirá a largo plazo en el ecosistema.
Pero hay algo que sí saben y denuncian: no están tratándose ni atajándose las secuelas mentales producidas por la exposición química o por la simple residencia en la zona, cuando de hecho puede tener más importancia que los efectos adversos para la salud física.

Publicado en el New England Journal of Medicine, el estudio analiza las consecuencias en los habitantes tras el derrame de la plataforma de British Petroleum (BP) y revisa datos de otras fugas de petróleo.
En concreto, se halló una propensión preocupante a comportamientos que hacen peligrar el equilibrio psicológico de los residentes en Luisiana, incluyendo a quienes participaron en la limpieza.

La incertidumbre es una de las causas que provoca inquietud.
La gente necesita comprender qué está pasando, conocer el verdadero impacto del derrame, pues éste afecta a la vida laboral, a su entorno, a su alimentación y, por ende, a su salud y bienestar.
Sin embargo, no se han hecho suficientes estudios, “el gobierno federal está demorándose en estudiar el tema”, y la respuesta no llega, censuran los científicos.
Por otra parte, los autores del trabajo encontraron un riesgo bajo a largo plazo tanto para los residentes como para los trabajadores que participaron en tareas de limpieza expuestos al crudo y a dispersantes, salvo excepciones concretas.
Del mismo modo observaron que pese a ello, la preocupación por posibles consecuencias sigue siendo un motivo de conversación en la zona, y son numerosas las denuncias por problemas como dolores de cabeza, insomnio, que los científicos asocian al estrés y a la ansiedad.
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