Los peces que viven en acuarios –espacios pequeños y estériles donde los haya- se vuelven agresivos, de acuerdo con un estudio realizado por la Case Western Reserve University, una universidad privada dedicada a la investigación ubicada en Ohio, Estados Unidos.
Y pensar que hay gente que monta un acuario en el salón de casa y encierra en él a unos cuantos desgraciados peces, cuyo nado se supone relajante.
Relajante para el espectador, claro, no tanto para los peces.
De acuerdo con Science Daily, Ronald Oldfield, instructor de biología en la Case Western Reserve, ha sido pionero en el estudio científico de cómo el entorno de las peceras domésticas afectan el comportamiento agresivo de los peces ornamentales.
Resulta sorprendente, por no decir irresponsable, que no se haya ahondado en este asunto hasta ahora, estando los peces entre las mascotas –si se les puede llamar así- más comunes.
Oldfield comparó el comportamiento de los cíclidos Midas (Amphilophus citrinellus), un pez muy frecuente en las peceras domésticas, en una variedad de ambientes: dentro de su área de origen, en el lago de un cráter en Nicaragua; en un estanque artificial en un parque zoológico; y en pequeños tanques del tamaño generalmente utilizado en los hogares.
El estudio se centró en los peces jóvenes para eliminar el comportamiento agresivo en relación con el apareamiento.
Además, los alimentos y los refugios fueron retirados antes de la observación para eliminar la posibilidad de agresividad por competencia directa.
Oldfield cuantificó el comportamiento agresivo como una serie de exhibiciones –por ejemplo, el levantamiento de las aletas- y ataques -pellizco, persecución o carga contra otro pez- separados por al menos un segundo.
Como explica Science Daily, en los acuarios estos comportamientos pueden conducir a lesiones y en casos extremos la muerte.
Pero el investigador halló que un aumento en el tamaño del tanque y su calidad puede reducir los comportamientos agresivos.
Los resultados completos del estudio han sido publicados en el volumen 14, número 5, del Journal of Applied Animal Welfare Science.
Su título es Aggression and Welfare in a Common Aquarium Fish, the Midas Cichlid y en su abstracto el autor explica que el tamaño de acuario usado usualmente no proporciona un bienestar óptimo a los cíclidos y el público debe estar consciente de que esta especie y otras similares requieren grandes acuarios con un hábitat complejo.
Es esa la desventaja de no emitir sonidos que toquen las narices de los humanos.
Un perro, un gato o un hurón puede quejarse ruidosamente de cualquier maltrato, así que si su dueño humano no lo lleva al veterinario por amor y responsabilidad, al menos lo hará por hartazgo.
Pero los peces están allí, aparentemente indiferentes a todo, y los ataques de unos a otros muchas veces son considerados normales.
Curiosa consideración, tomando en cuenta que, para empezar, no es normal tener encerrado en un entorno artificial a un animal cuyo hábitat natural es enorme.
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