Las anexiones de Putin en Ucrania son un desafío al mundo que complica una negociación para la paz. Con la anexión de los cuatro territorios ucranianos, Rusia trata de legitimarse y hacer frente a la contraofensiva exprés de Ucrania durante el verano.
Ya ha tenido lugar anexión de los territorios ucranianos de Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporyia a Rusia. Es una violación de la soberanía ucraniana que llega en plena guerra.
De hecho, el referéndum ha sido sin garantías democráticas ni el reconocimiento internacional. Por ello estas regiones van a ser anexionadas unilateralmente por Rusia tras los referéndums falsos y sin tener el control completo del territorio. Incluso así, Vladimir Putin amenaza: cualquier ataque a las nuevas regiones se considerará una agresión contra Rusia. El mismo argumento que ya empleó cuando consiguió anexionar Crimea en 2014. Con estas declaraciones intenta legitimarse y también que la disuasión nuclear o la amenaza de uso de arma nuclear sea más creíble.
Es una amenaza nuclear al mundo que abre una fase de gran incertidumbre, también para la población civil anexionada. Abre un dilema y un punto de inflexión en la guerra muy preocupante por la propia reacción y rompe todos los puentes para la paz. Además, la anexión mata cualquier negociación de paz sobre la mesa al volar por los aires una de las líneas rojas de Zelenski, en un intento de los rusos de mostrar fortaleza y decantar la guerra a su favor.
Esto le permite a Putin, de cara a la ciudadanía, mostrar cómo está reconstruyendo esa nueva Rusia a la que aspira. Aunque en definitiva sea una cortina de humo para tapar contraofensiva exprés de Ucrania durante el verano.
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